Opinión

Morosidad

Los morosos, además de mal pagadores, también tienen su fachenda y su orgullo, y sean o no de cuello almidonado, que de todo hay entre cachazudos, no les hace pizca de gracia que alguien ose airearlo en público, para que el vecino sepa de sus deudas. Las reacciones suelen ser variopintas, del simple cabreo a una respuesta contundente, cuando no teñida de sangre; que se lo pregunten al empleado de la denominada Funeraria del Cobro, que al personarse, en este caso sin frac y sin el coche fúnebre en el que suele desplazarse para sazonar la irritación del demandado, en el domicilio de un entrampado de Oza-Cesuras, fue correspondido a tiro limpio y con el filo de un hacha en disposición de rebanarle el pescuezo, visto lo cual se dio por satisfecho, y muy agradecido, al haber salvado el pellejo por pies. Es la evidencia de que el peligro acecha a quienes se dedican a un oficio tan dado a la ofensa y a la humillación, pero también conviene señalar que sus métodos, por muy eficaces que resulten en la mayoría de las veces, no son ni mucho menos ortodoxos. Claro que si existen procedimientos tan toscos, en buena parte se debe a la indiferencia e ineficacia de la Justicia ordinaria para solventar por la vía legal situaciones de espera inaplazables. Y pasa lo que pasa.

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