Opinión

Mentir no cotiza

Quienes no ganan las elecciones suelen justificarse con ambigüedades, rodeos o excusas tendentes a desfigurar el descalabro, como si no hubiesen perdido. Lo más socorrido para salir del paso es el camelo de la reflexión, que suele sustanciarse en una falsa renovación, para seguir igual, con las mismas caras del fracaso, a ver si la próxima vez suena la flauta por casualidad. Reflexionar es necesario si se hace desde la sensatez y la franqueza, con la voluntad de analizar seriamente las causas del infortunio, con el propósito de enmendar errores para no reincidir en desatinos, lo que no siempre entra en los cálculos de los falaces regeneradores, anteponiendo intereses personales a lo que demanda la sociedad. El ciudadano, salvo el atrapado por la ingenuidad o la inconsciencia, no suele comulgar con ruedas de molino y acaba percatándose de cómo se le engaña, de cómo se le quiere engatusar con el oro y el moro, promesas que al final se desvanecen en una gran humareda. Suele ser una vacuna eficaz para no reincidir. Por eso que en vez de reflexiones estériles, es indispensable espantar delirios mitineros y ceñirse a lo que exige la evidencia, lejos del engaño de la argucia. Mentir no cotiza.
 

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