Opinión

Media provincia

Evitar el fuego en masas forestales, si se extrema el cuidado y se toman las elementales precauciones, siempre es más fácil que apagarlo, por muchos que sean los avances en tareas de extinción. Solo hay que ver lo que costó sofocar el desolador incendio que arrasó las 1.700 hectáreas en Ribas de Sil, Quiroga y A Pobra do Brollón. Pero ninguna cautela sirve si se antepone la intencionalidad, como en este caso del sur de la provincia. No hay cuidado que valga si los pirómanos no asumen el daño que causan, a cambio de oscuros intereses o absurdos disfrutes que solo complacen a mentes enfermas. Pero la dificultad de identificarlos y probar sus disparates entorpece la posibilidad de reprenderlos como a terroristas que son. En este aspecto, por cuestiones legales, se avanza muy poco y aunque se llegue a demostrar la autoría, las condenas no suelen ser disuasorias, no concordantes con la gravedad del daño que producen en el medio ambiente, ni con el riesgo que corren las personas y los pueblos. Incluso los ciudadanos no nos percatamos del verdadero alcance. En dos décadas ardieron en Galicia casi 490.000 hectáreas, que en extensión se corresponde nada menos que con la superficie de media provincia de Lugo. Una aberración diluida en la estadística.

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