Opinión

La venganza de don Pedro

LA VENGANZA de don Pedro difiere, claro, de la de don Mendo, pero venganza al fin. Podría servir para que Muñoz Seca la reescribiera sin teñiduras medievales, acomodándola al convulso clima de hoy. Don Pedro y los suyos, o algunos de los suyos, insinuaron consenso/integración entre vencedores y vencidos, pero el exordio se aleja. El rodillo, muy utilizado por los políticos para aniquilar a rivales, acelera esta vez para cobrar facturas, saldar cuentas sin tener en consideración qué es lo mejor para el partido y para España. A los perdedores, ni agua (véase Lugo, por proximidad), lo cual no posibilita que el PSOE recobre su identidad; la cordura que necesita para volver a ser lo que fue. Se olfatea una innecesaria petulancia, no sé si distinta a la que aplicarían los defenestrados en el caso de no serlo, pero que no coadyuva a restañar heridas en la maltrecha formación. Los agraciados se comportan como si su conquista fuese el asalto definitivo del jefe a la Moncloa, cuando no es más que un sombrío atisbo; como si el respaldo de la militancia enfurecida fuese el mismo que el de los votantes sosegados. Don Pedro sabe de eso.

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