Opinión

La radio de Pelé

CONTABAN MIS padres que a finales de la década de los treinta, dos muchachos, hijos de unos parientes que habían sido invitados a la fiesta del pueblo, y al ver y oír por primera vez la radio que había en mi casa, se empecinaron en querer «ver o home» que, para ellos, hablaba en el interior del aparato. Es la mejor muestra del halo de misterio y de magia que siempre tuvo y aún sigue teniendo la radio. Cuenta Pelé, que la primera vez que, con 17 años, salió al extranjero con la selección de Brasil fue a Suecia, y ante un escaparate de Estocolmo alucinó observando, cómo jamás había imaginado, una radio a pilas, la cual sonaba en un idioma que no entendía. Fue tal impacto de la novedad que se le antojó comprarla, pero como le acompañase el gran Garrincha, el mejor extremo derecho y regateador de todos los tiempos, cojo por los seis centímetros que reducían una de sus piernas y ambas torcidas, no se lo permitió bajo ningún concepto con el argumento de que «no vas a poder entender nunca lo que dice ese tío que habla tan raro». Garrincha todavía no entendía que al llegar a Brasil se podría oír en portugués. Y ello ocurría en 1958.

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