Opinión

Indecencia

Suele decirse que lo deseable es que no hubiese cárceles, para que nadie se viese privado de libertad. Pero para alcanzar lo que es una utopía, más quimérico parece conseguir la perfección de la humanidad: que todos fuésemos buenos. Como nunca será así, quienes padecen el confinamiento están en su derecho de exigir la igualdad de trato, el equilibrio en beneficios penitenciarios. Si así fuese, los golpistas catalanes expiarían su condena como los demás reclusos, sin los privilegios que se les brinda, sencillamente porque son quienes sostienen el Gobierno, permitiendo que no le muevan el sillón a Sánchez. Si alguien sostiene que otorgarles el tercer grado, con un mínimo cumplimiento de la pena, es un derecho que les asiste, en base a determinadas subterfugios, ¿por qué, entonces, no se permite la excarcelación de todos cuantos siguen enchironados por condenas similares en el tiempo, por hechos menos graves que el de atentar contra la Constitución? Y que, además salgan insultando, chuleándose, prepotentes, sin arrepentirse y amenazando con reincidir. Está por ver si el Supremo lo revoca o no y cuál va a ser la postura de la Fiscalía, a la que Sánchez dice controlar, pero sea cual sea el desenlace, la indecencia está servida.

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