ESTÁ bien defender la intimidad, que a nadie se le estampe cuando transita por la calle, pero hay excepciones. Los más renuentes son, claro, los chorizos, delincuentes y toda la ralea que incumple pautas de convivencia, por razones obvias. Al ciudadano de bien, al que no tiene nada que ocultar ni transgrede la ley, más bien le tiene sin cuidado. Por eso que el acuerdo sumiso del Concello de Lugo, para complacer a la izquierda, impidiendo cámaras que vigilen el patrimonio, está diseñado no para defender la privacidad, como se vende para justificarlo, sino para encubrir ataques a bienes culturales e históricos, permitiendo que los agresores se meneen a sus anchas, sabedores de la impunidad que les protege contra cualquier intento de hacerles responsables de sus actos. En eso estamos a estas alturas, cuando son muy recientes las consecuencias, es el caso de la fuente histórica de Praza do Campo, pintadas en la catedral y otros monumentos con destrozos varios. De paso se facilita que los ladrones se sientan seguros en el polígono de O Ceao. Los ediles que lo apoyan son tan ilusos como irresponsables, dejándolo al albur de la concienciación/educación, la de hoy para mañana.
