LA CORPORACIÓN municipal de Lugo cerró el año hecha unos zorros, y arranca el nuevo sometida a la postración más absoluta. Mociones de confianza o censura, que nada resuelven en su nula operatividad e incompetencia. El equipo de gobierno, maltrecho y asfixiado por su orfandad; la oposición, dividida y sin nada que ofrecer para fustigar un recambio. Demoledor. Razón no le falta a la alcaldesa al afirmar que no teme a la amenaza de relevo. Un enemigo donde cada cual zanganea a su bola garantiza la ingobernabilidad. La visualización es la de un atajo de incapaces, pero más que de incapacidad, que también, es el fruto de una carambola electoral imposible, en el que a ninguno le importa el ciudadano. Como si no existiera. La fragmentación (excesiva) será muy democrática para la galería, pero inservible para los intereses del municipio, como a la vista está. Todo se diluye en batallitas y en vivir de retóricas y monsergas a costa del contribuyente. En el bipartidismo, aderezado con minorías más equilibradas y más sensatas, se detectaban alcaldadas, pero la corporación, mal que bien, funcionaba y se hacían cosas. Ahora, ninguna. Nos aguarda el abismo.
