Opinión

Estética del tomate

QUIZÁ sea porque antaño había menos oportunidad de saborear tantas y variadas ofertas alimenticias como ahora, pero los que provenimos de años de escasez, marcados por la postguerra, coincidimos en que los sabores de la mayoría alimentos han perdido el gustillo o generado otros menos apetitosos. No pueden compararse en gusto con los de antes. Ocurre por ejemplo con los tomates, que ya no saben a tomate. Oigo la explicación de un gastrónomo. «La causa principal es bien sencilla, nos empeñamos en comerlos durante todo el año, cuando el tomate (como cualquier hortaliza) tiene su temporada bien delimitada, entre junio y octubre». Y ofrece otra: «Preferimos comprar tomates ‘bonitos’ en apariencia, sin rugosidades, cuando los auténticos de huerta tienden a ser feos de aspecto, menos atractivos. Pero saben y huelen a tomate». Pueden aparecer explicaciones triviales, pero responden a la realidad. La fruta y las hortalizas, conseguidas fuera de su temporada natural, al abrigo de un invernadero, es lógico que no satisfaga nuestro paladar como la que se produce en período natural, con un desarrollo no forzado, al margen de abonos y técnicas que impulsan el crecimiento rápido y un mayor rendimiento económico. Pero que saben a muy poco.

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