CUANDO Pablo Iglesias habla de la necesidad de que Podemos, y él mismo, ingresen en el gobierno de Sánchez como garantía de un ejecutivo de progreso y no otro condicionado por la derechona, ¿a qué progresía se refiere? ¿Es progresista Iglesias? Claro, si se refiere a su caso personal, lo parece. ¿Qué otro político ‘progresó’ tanto en tan poco tiempo? De demonizar a quienes disfrutaban de las comodidades de las que él hoy disfruta, su mansión de Galapagar es la enseña que le acredita como nuevo burgués. De no referirse a su situación particular, ¿dónde está el (rancio) progreso que Iglesias predica? ¿A qué se refiere exactamente? El término progreso, la matraca, que más de un político utiliza para ocultar sus carencias, como si fuera el remedio de todos los males que acosan a la sociedad, es de especial aplicación en el caso del alicaído líder podemita, sin duda para darle sentido y enmascarar el fracaso de su grupo político, nacido para exterminar la casta, no para copiarla, como lo evidencia el que quienes le secundaron en su arranque, unos fueron depurados y otros huyeron despavoridos de su lado, lo mismo que los votos. Llegado el caso, ¿qué ha de esperarse de él resolviendo desde el Gobierno?
