Opinión

Duelo con sangre

Claro, no es lo mismo ver, recrearse o sentir los sanfermines residiendo en Pamplona que contemplados desde la distancia, en que más bien parecer un espectáculo temerario y extemporáneo. Como un anacronismo que no encaja por lo que supone para la caución o la supervivencia de los que, con sumo gusto, exponen sus vidas desafiando la embestida de las reses, por mucho que pese la tradición, la raigambre  y la literatura de los encierros, tan bien loados por Hemingway desde su perspectiva bohemia plasmada en ‘Fiesta’. Visto desde esta perspectiva cuesta entender que se permita y se ensalce, con la aprobación de la autoridad, un duelo en el que se sabe con seguridad que la apuesta hombre/animal  se saldará con decenas de contusionados, cuando no fallecidos por la gravedad de las heridas por asta de toro, en su arremetida. En una palabra, que si no hay sangre, la escenificación callejera pierde el sentido y la emoción que se requiere para que el entretenimiento no decaiga en aplausos y en concurrencia. Viene a ser más de los mismo la autorización de los encierros con vaquillas en algunos pueblos, en los que también se contabilizan víctimas mortales, circunstancia que parece no tener ningún peso a la hora de otorgarse los permisos, para no reprimir la costumbre que los avala.

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