Opinión

Deterioro viario

NO REPARAR a su debido tiempo un deterioro, en lo público o en lo privado, cuando se precisa retocar un destrozo o solucionar una avería, prolongando la espera, por lo que sea, siempre se triplica el costo de rehabilitación. Desgastes, roturas o estropicios se engrandecen y cada día que pasa cuesta más remediarlos. Por ejemplo, es palpable el deterioro del firme y el mal estado en general de las carreteras, bien sea por desidia o arguyendo escasez presupuestaria, aun cuando ello no evite el malgasto público en fruslerías que no suponen riesgo para la seguridad de las personas. La Asociación Española de la Carretera cifra en siete mil quinientos millones de euros lo que se necesita para arreglar, simplificando, baches y señales en la red viaria, dependiente del Estado, autonomías o diputaciones. Un pastón, que aumentará en cuantía si no se ataja ya el descosido. Uno de cada diez kilómetros de trazado presenta serias deficiencias. También se estima en mil doscientos millones el gasto extra de combustible por culpa del devastado pavimento, con independencia del riesgo que supone para la conducción y la causalidad de accidentes. No se trata, pues, de una situación pasajera o insustancial que pueda esperar. O solo podremos lamentarlo.

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