Opinión

Descerebrados

Nos batimos en una sociedad plagada de descerebrados, de irresponsables o sujetos que retan y desafían temerariamente a quienes acatan y respetan las más indispensables pautas de convivencia, como se está viendo entre quienes quebrantan las medidas para controlar la pandemia. Lo pagamos todos, justos por pecadores. La acusación del presidente de la Asociación Provincial de Hosteleros, Cheché Real, hacia los locales de ritmos caribeños, por dañar a toda la hostelería, refleja el alcance del desmadre del ocio nocturno, por violarse la normativa establecida, pero solo es una parte del desbarajuste, pues se vienen tolerando otras inobservancias en bares y terrazas, y también en fiestorros particulares, con mucho rebumbio y sin ningún tipo de precaución para evitar contagios. La situación es más grave y preocupante de lo que parece, y por eso cabe preguntarse si la vigilancia es rigurosa y eficaz como se exige (no lo parece), y si los preceptos coercitivos se cumplen (tampoco). Acudir a un local de ocio desbocado o a un piso acalorado pidiendo solo sosiego, no es suficiente. No se trata de llevar a nadie al paredón, pero si quienes incumplen las normas no lo entienden por la senda de la razón, actuar con la máxima firmeza, con mano dura, es inexcusable.

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