Opinión

Déjalo arder

Se dice, porque además es evidente, que la pandemia cambia modas y modos de vida y costumbres, quizá para peor, pero al margen de la peste también se imponen otras tendencias, nuevas conductas marcadas en mayor medida por las redes sociales y la enfermiza obsesión de airearlo todo, lo bueno y lo malo, verdades y también mentiras. La obsesión enfermiza de airear fotos y videos, desde el todo sirve para sustentar el fanatismo de insaciables internautas, ensalza o alimenta situaciones que van de la mano del delirio y la irresponsabilidad, profanando preceptos éticos, de convivencia, humanitarios e incluso penales. Lo sabe muy bien Aleixo, que a los ocho años se despertó reconvertido en antorcha. En septiembre del 2009 iba con su padre en el camión, cargado de gasoil, cuando se incendió al chocar con otro vehículo, estacionado, en el trayecto Girona/Figueras. El chaval, literalmente ardiendo, pudo huir de aquel infierno, no así evitar tres paradas cardiorrespiratorias y ciento sesenta operaciones. Cuenta ahora en un documental su horripilante vivencia: mientras él se achicharraba, entre los fisgones agolpados los había que, en vez de auxiliarle, lo grababan con el móvil, recreando el pavoroso espectáculo. Divirtiéndose, antes que salvar una vida.

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