Opinión

Comida sobrante

LA COSTUMBRE de llevarse del restaurante a casa las sobras del menú, sea bebida o comida, empieza a ser habitual, pero todavía con ciertos reparos. Aún quedan pudorosos que se resisten por miedo al qué dirán los demás. En ayuda de los vergonzantes, la Xunta prepara una ley que, de serle solicitado, obligará a los restaurantes gallegos a entregar lo que sobre a los clientes en envases que no contengan plástico y que, preferiblemente, deberán ser reutilizables. Pero no crean que el sistema de aprovechar los residuos gastronómicos es novedoso, de ayer, ni mucho menos. Cuenta Juan Eslava Galán, en ‘Una historia de toma pan y moja’, que ya era habitual entre los romanos, muy adelantados en su tiempo, como en casi todo. Los invitados a los banquetes, a los que asistían solo hombres, solían llevar servilletas destinadas a envolver las migajas del banquete. Como sucede ahora, no todos los comensales se prestaban a hacerlo por considerar que se trataba de un saqueo poco elegante (más tratándose de invitados al festín), entre ellos un tal Hermógenes, a quien sin embargo le costaba sustraerse, y lo resolvía de forma contundente: se apropiaba del mantel y cargaba con todas las sobras de la comilona.

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