Opinión

Bicicletas

EL ESBOZO municipal de habilitar 65 kilómetros de carril bici en la ciudad puede ser más o menos creíble en cuanto a ejecución, pero en cualquier caso sí es complicado que se plasme; la intrincada configuración urbana lo embrolla, y también porque estamos habituados a que muchos de los proyectos del Concello acaban diluyéndose en la nada. De todas maneras no carece de sentido y culminaría el más sensato deseo de los usuarios de la bicicleta frente a la descabellada decisión (¿quién sería el genio?) que les permite, ahora, pedalear por las aceras, con el consiguiente desafío y riesgo para los peatones, no siempre pendientes (ni conscientes) de cómo se la juegan sobre un velódromo en potencia. Entre quienes asumen el despropósito hay de todo, como en botica: los prudentes en sus formas y movimientos, respetuosos con el resignado viandante, y los que abusan y extreman su prepotencia, creyendo que se les confirió el derecho a pisotear el de los demás. Como si las aceras fuesen pistas de competición, y los que caminan, obstáculos a driblar (cuando no a arrollar) para que no se diga y no quede ninguna duda sobre su pericia.

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