LOS BANCOS, además de enriquecer a los banqueros y emplear a cientos de personas, cada día menos, son también un servicio público, eso sí, cada vez más exiguo, sobre todo en las zonas rurales, al desaparecer la mayoría de las oficinas y cajeros, dándose prioridad al negocio antes que al cliente. Por un lado. Por otro, Correos es igualmente una prestación ciudadana, pero las carterías rurales fueron perdiendo su esencia, sin ofrecer la operatividad demandada por el usuario. Menos mal que algo se mueve para mejorar lo desmejorado. Correos firmó convenios con alguna entidad bancaria para comprometer a los carteros rurales, lo que permite a los clientes del banco resolver algunas gestiones, favoreciendo así la inclusión financiera en pueblos y aldeas carentes de la asistencia convencional, como la retirada o el ingreso de dinero. Asimismo, Lugo fue elegida como base de una experiencia piloto para que los usuarios de Correos, alejados de núcleos urbanos, tengan la opción de efectuar en las carterías rurales las mismas operaciones que se venían y vienen haciendo en las estafetas, con la comodidad y el ahorro de tiempo y dinero que eso supone. Pudiendo parecer una colaboración insustancial, es un necesario aldabonazo a la funcionalidad. El caso es que funcione.
