Opinión

Asunta: chapuza

EL ASESINATO de Asunta está saldado por la Justicia. Cerrado. Sus padres adoptivos, Alfonso Basterra y Rosario Porto, cumplen condena por la autoría de tal atrocidad, asignado en sentencia que refrendó el Supremo. Pero el titubeo revolotea y el morbo sigue vivo. Una cadena de televisión remueve ahora el intrincado y abominable asunto y, visto desde fuera, como espectador, el embrollo no se licuó por mucho que afinen los tribunales, más por sus vacilaciones que por sus pruebas. Se entiende que la instrucción del proceso se tornase muy compleja, endiablada por las circunstancias, las dudas no resueltas, las conjeturas interesadas, los deseos de zanjar el proceso, hasta forzar el encaje del puzle. Por eso en muchas de sus partes aflora la chapuza, hasta ensombrecer el dictamen final. Es muy probable que los padres sean los autores (siempre lo negaron), pero pruebas concluyentes, determinantes, contra ellos no se aportaron. Una cosa es la sospecha fundada, el indicio racional y otra la evidencia inapelable. Se entiende incluso que el jurado popular los declarase culpables, porque el criterio de los jurados siempre es maleable, pero lo que no se entiende es que el Supremo lo sellase sin otros argumentos.

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