Opinión

Asesores

SI HAY alguien que sepa de un chollo que supere el de asesor político, que levante la mano. ¿Nadie? La mejor manera conocida de saldar compromisos y pagar favores, cuando no es viable encajar al interfecto en un organigrama corporativo o en otra plataforma partidista, es nombrándole asesor. No importa de qué ni para qué. El asesor tanto sirve para un roto como para un descosido. Nadie va a exigirle nada; lo mismo da que se deje ver o que no comparezca por los despachos. La bicoca está asegurada solo por el mero hecho de haber sido investido.

¿Cuántos asesores, por ejemplo, tiene la Diputación? Se dijo que uno por diputado, pero acaban de ser incorporados dos más, entre ellos el ex vicepresidente de la anterior corporación y ex alcalde de A Fonsagrada, que no pudo renovar el cargo, como le pertenecía, por impedimento de la oposición. Así queda subsanado, y aquí paz y después gloria. No lo hará, pero la Diputación, como otras instituciones, debería de ser muy trasparente con estos nombramientos sustentados con dinero público y no siempre ajenos al derroche, explicando o detallando cometidos. Lo menos que exige y desea saber el administrado es la funcionalidad de cada cargo.