Opinión

Árbitros

CONFORME CON que los árbitros de fútbol se equivocan como todo hijo de vecino, pero sus errores no alcanzan a dar cobertura al abanico de pifias que no lo son. Más de un desacierto considerado involuntario lleva aparejado la intención, la maldad y el interés. O la ineptitud que nadie corrige, con el falso pretexto de que se quebranta su autoridad. Por ejemplo, al CD Lugo le birlaron dos puntos en Córdoba por culpa de un penalti fantasma en el último suspiro, cuando ya no cabe ninguna reacción. Las imágenes dan fe de ello, y todo apunta a que el colegiado no erró. Se lo inventó sin más. No se saben las razones que probablemente hubo. Posee, dicen, antecedentes sospechosos, y sigue ahí. Pudiera interpretarse como una apreciación parcial, de parte, pero Ignacio Luque, cronista deportivo del Diario de Córdoba, va más allá. Afirma en su relato que el equipo cordobés logró un punto «tras anotar dos penaltis que no eran». Más claro, agua. Como lo es que los errores arbitrales siempre perjudican a los débiles. No es casual: el Córdoba es uno de los aspirantes al ascenso.

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