Opinión

Ángel Vaqueiro

NO TENGO claro si algo tiene que ver una cosa con la otra, pero más que la inspiración a la hora de pergeñar un texto, ante un folio en blanco o la pantalla del ordenador, incide por encima de lo demás nuestro estado anímico. El de quien esto hilvana se desmorona; si hay días en que no está uno para nada ni para nadie, hoy lo es. La muerte prematura de nuestro querido Ángel Vaqueiro, compañero del alma y del capotear diario durante tantos años en la Redacción, deja a uno extenuado y sin afán de seguir; si al fin nos sobreponemos se debe al oficio acumulado, el tener que hacerlo. Es ahora realmente cuando se percata uno de cuál es la diferencia entre lo prominente y las bagatelas que da la vida. Ángel era un ser irrepetible, compendio de virtudes, ejemplo de profesionalidad, de compañero, de amigo, de persona… Culto, bondadoso, irónico, de fino sentido del humor, columnista mordaz y excepcional observador. Si las había, cazaba al vuelo las algunas veces inevitables erratas en su periódico. También en otros. Fustigador severo dotado de una sutil curiosidad, la que le permitía incluso detectar deslices gramaticales en el Boletín Oficial del Estado. Así era él.

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