Opinión

Ahora, despachos

NADA COMO un buen despacho para olvidarse e ignorar la bulla y la intemperie, lo que hierve en la calle. Ya lo decía Góngora: "Ande (ándeme) yo caliente y ríase la gente". Es lo que propició la decadencia de las protestas sociales durante el pasado año y lo que llevamos de este, si se compara con el fragor de las intensas movilizaciones surgidas tras el 15-M. Pudiera parecer que la declinación de las pataleas se debe a que la situación laboral y social mejoró. No es el caso. Todo sigue más o menos igual, sino peor, que cuando ardían las peloteras un día sí y otro también. Pero las manifestaciones en la calle cayeron entre un veintisiete y un cincuenta y cinco por ciento tras el desembarco de los activistas de Podemos en las instituciones municipales y autonómicas. ¿Qué pasó? Muy fácil: la mayoría de quienes se desgañitaban reclamando el cambio están ahora ricamente repantigados y desmemoriados en despachos. La mala vida reivindicativa ya pasó. Tanto es así que la cúpula podemita empieza a mosquearse por tanta relajación; Si lo suyo es la bronca, temen que el relax pase factura. La buena vida es muy traicionera.

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