POR CONTRADICTORIO que parezca, son muchos los cazadores que dicen ser grandes defensores de los animales, desligándolo de su actividad, que consiste en matarlos. No parece fácil de conciliar lo uno y lo otro, lo cual no quiere decir que no pueda ser cierto. Pero también deben ser muchos los que carecen de ese sensibilidad; de no ser así, mal se explica que entre el pasado año y el anterior, según habrán podido leer y en estimación de asociaciones animalistas, hayan sido abandonados en Galicia casi siete mil perros usados en cacerías y batidas, cifra que supone más del diecisiete por ciento de los censados para actividades cinegéticas, cuyo número se cifra en más de cuarenta mil. Es tan zafio que cuesta mucho entender cómo es posible que haya quienes se aprovechen de las prestaciones de los mastines y cuando ya no los necesitan los dejen tirados, como si se tratase de una colilla, sin pensar para nada en el sufrimiento de los pobres e indefensos animales, entregados sin dobleces a sus dueños. Naturalmente que hay otros muchos abandonos que nada tienen que ver con la caza, pero esta crueldad hiere si cabe aún más el sentimiento de quienes amamos a los perros.
