Opinión

Queremos ser ACB, pero...

TRAS EL partido de la serie final de ascenso, en el que los árbitros destrozaron a faltas al Breogán (27-21 y con más de 20 minutos del rival en bonus de tiros libres), aparecieron los clásicos fantasmas sobre la supuesta mano negra de la FEB o la propia ACB. Que si querían la expectación de un quinto partido, que si prefieren a un equipo u a otro... Siempre soy muy incrédulo con este tipo de runrún, aunque he de reconocer que ya empiezo a creerme cualquier cosa, máxime tras la lectura de tomos y tomos de las recientes operaciones judiciales, donde por cierto también se habla de los dineros del baloncesto. Aún así, y después de analizar lo que se filtra de estos organismos de por sí opacos, como ACB y FEB, es posible que la racha de faltas del Pazo fuese solo fruto de la incompetencia arbitral.

Buscando razones para ese supuesto boicot, que ya digo no encontré, sí aparecen datos que todos debemos conocer para entender un poco mejor en qué entorno nos movemos. La Asociación de Clubes de Baloncesto (ACB) nace en 1983 con la intención de profesionalizar el deporte de la canasta. Por ello, los mejores equipos de España se desligan de la Federación Española de Baloncesto (FEB) y crean sus propias normas de juego, entre las cuales impusieron en 1989 el pago de un dineral de canon para asociarse. Esa cantidad aumenta cada año y hoy supera los tres millones de euros, de los que el Breogán tiene pagados 2,6 millones (gracias a un crédito de Caixa Galicia avalado por la Diputación de Cacharro). A esto hay que sumar 1,8 de fondo de ascensos y descensos, reembolsable si se baja, y luego varias cantidades que, para un equipo que nunca haya estado en ACB, como el Burgos, completan un total de más de 6 millones de euros y hacen casi imposible el ascenso.

Y esa puede ser una de las claves. A la ACB no le gustan lo morosos, por eso prefiere casi siempre lo malo conocido. Ese trajín de equipos en la cola de la clasificación le incomoda, pero sabe que la idiosincrasia europea es diferente a la de la NBA y tienen que ofrecer el aliciente de los ascensos y descensos. Su ideal, sin duda, sería una liga totalmente cerrada con equipos solventes, aunque tuviera que devolver el canon a clubes que lo tienen pagado de temporadas anteriores, como Breogán, Valladolid y Ourense, y a otros ya desaparecidos pero que mantienen su Sociedad Anónima Deportiva (SAD) solo por ese activo, como León.

Los abonos no cubren el 10% del presupuesto, el Pazo está infrautilizado y no hay ni tienda de ‘merchandising’

Un acuerdo entre el CSD y ambos organismos, ACB y FEB, propicia que todos los años haya dos ascensos y ahí es donde se plantea la primera injusticia sospechosa. Si los vencedores de la LEB no pueden subir entonces los descendidos por méritos deportivos se mantienen en ACB. Lo dicho, mejor malo conocido. Incluso, si uno de los descendidos tuviera problemas económicos, como este año parece que los tiene Guipúzcoa, no se recurriría automáticamente al tercero (Breogán), si no que quedaría al albedrío de la ACB no cubrir plaza o abrir un concurso público. Un extraño rasero que lleva al límite a los que ganaron su plaza por méritos deportivos y acomoda a los que descendieron por sus propios deméritos. Ahí está Burgos, tres años ascendiendo y sin poder ocupar plaza ACB por falta de dinero. En el otro lado, el histórico Estudiantes, descendido y salvado gracias a la desaparición del Menorca. Son las reglas.

LEB ¿ORO?. También tiene su miga la LEB Oro, una liga donde conviven desde viejas glorias ACB con añoranza de otros tiempos hasta equipos filiales donde los grandes foguean a sus chicos. Hay partidos de gran nivel, como los de esta final, y otros donde no es raro ver fallar bandejas. Pero el gran agravio comparativo es económico, porque no es obligatorio ser SAD. ¿Qué quiere decir? Pues que hay equipos como el CB Breogán SAD obligados a tener las cuentas bien claras y además presentarlas, y otros que se rigen por la normativa de clubes, donde, digamos, se pueden despistar algunas cantidades para engordar partidas como las fichas de los jugadores.

¿Por qué la ACB hizo auditorías en los últimos quince días a Breogán y COB? Bastaba con el ganador, pero la ACB quiso ver las tripas de los dos. Sospechoso también. Breogán la aprobó con nota, sin embargo la de Ourense tiene grandes lagunas. La ACB sabe que el Breogán juntaría el dinero para ascender, pero también que a partir de septiembre no tendrá un dueño claro tras la salida de la Diputación. Al mismo tiempo suponen que Ourense no cumplirá los objetivos y se quedará en LEB. Otra vez, mejor malo conocido y que se mantengan Guipúzcoa y Fuenlabrada, porque lo de Burgos parece de nuevo una guerra perdida. Ya digo, no veo motivos para pensar en boicot, pero hay detalles cuando menos extraños.

Y luego estamos nosotros mismos, el Breogán, una entidad que a partir de septiembre tendrá varios cientos de propietarios y, por el momento, sin un socio mayoritario. La Diputación seguirá apoyando con su aportación anual sumada a un patrocinio de Ribeira Sacra o similar, es decir, dándole una mínima estabilidad al club. Pero esto no es ser un «equipo ACB». La ilusión de mantener y mejorar este bloque tampoco es fácil. En el equipo hay jugadores revalorizados tras esta gran temporada y hacer buenos fichajes es caro. Atrás quedaron los tiempos en que se ponía sobre la mesa el talonario o hasta la subvención, como cuando un expresidente se trajo a un fichaje gracias a una ayuda de la Consellería de Cultura, reclamada luego por la Xunta cuando no pudo justificarse y que fue devuelta por una directiva posterior.

Y sobre todo, queremos ser ACB con dinero público, como hasta ahora, con una escueta implicación del sector privado

LA REALIDAD. Es más, en estos momentos aquí ACB solo hay la cancha (y dentro de poco tal vez ni eso porque está previsto exigir 7.000 asientos), la afición de los últimos partidos y los 2.000 de siempre, el encomiable trabajo en las redes sociales y colegios, o nuestro envidiado speaker (al que, por cierto, el pasado sábado reclamé a la Ser desde estas páginas para el cuarto partido, quizá con poca sutileza, mis disculpas si resulté necesariamente molesto). Incluiría también la transparencia de la directiva actual y su trabajo de saneamiento de estos años, pero dudo que eso sea muy «ACB».

Mientras, la realidad es que vivimos de recuerdos, de las canastas imparables de Charlie Bell, del equipo récord de Manel Sánchez y compañía, de los mates de espaldas de Riley, del compromiso de Devin Davis, de los dos tiros libres de David Gil, de los Loncar, Perasovic y tantos otros. ¿Y qué tenemos? Pues un entrenador de la casa que conquistó a la afición y una plantilla bien hilada que nos llevó este año a una cota que, cuesta decirlo, podría ser un espejismo después de una década deambulando por la liga donde se fallan las bandejas.

Queremos ser ACB, pero lo poco que pagan los abonados no cubre ni el 10 por ciento del presupuesto total de alrededor de un millón de euros (por hacer una comparación futbolística, el del CD Lugo ronda los 7, con 4 de derechos de televisión, que en baloncesto LEB no existen). Se paga lo mismo por un aburrido Nets-Lakers de NBA, y visto desde lejos, que por el abono de una familia de cuatro personas todo el año en el Pazo, y, doy fe, esto último resulta mucho más divertido.

Queremos ser ACB cuando no existe tienda de ‘merchandising’ en el pabellón para que la gente compre camisetas, cuando está demostrado que la gente compraría, sobre todo en caliente, en la propia cancha.

Y sobre todo, queremos ser ACB con dinero público, como hasta ahora, con una escueta implicación del sector privado. O mucho me equivoco o una masa social de cerca de 10.000 personas tiene que ser económicamente rentable si se articulan los mecanismos para que así sea, pero para eso habrá que explotar el Pazo de forma acorde a su magnitud (hoy vacío e infrautilizado) y poner en marcha una maquinaria comercial para la que ahora no hay ni medios, ni personal, ni ganas. Entretanto, viviremos de ilusiones, que es lo que nos queda, y tampoco está tan mal.

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