Opinión

Marca Breogán

CUANTO MÁS larga es la noche en la que está sumido el Breogán, más fuerte y entregada es su afición, en una especie de sentimiento masoquista que tuvo palpable reflejo en la cruel derrota en A Coruña. Mientras el equipo rozaba el ridículo en la cancha, cerca de 2.000 personas desplazadas desde Lugo un martes y a las nueve de la noche seguían aplaudiendo y animando a unos jugadores que, claramente, en ese momento no lo merecían.
Y no es flor de un día. Así fue durante gran parte de la temporada pasada y de esta, incluso en la racha de derrotas. Las audiencias televisivas en la página de la FEB siempre tienen al Breogán como líder, y eso que muchas veces hay que echarle imaginación para ver el partido, entre píxeles y cortes. Los equipos contra los que se enfrentan los lucenses hacen grandes taquillas (veáse A Coruña esta temporada y Ourense la pasada) y sus seguidores en las redes sociales se disparan.
Salvo aquellos que cobran en B, que prefieren otros destinos, los jugadores quieren venir a Lugo porque saben que aquí hay un buen escaparate, tanto para los jóvenes que intentan abrirse camino como para los veteranos que aún anhelan estrenarse en la ACB o regresar.

Para bien o para mal, a partir de la entrada del nuevo consejo, el Breogán dejará el paraguas de la Diputación y empezará a regirse por criterios empresariales


Esto constituye una marca, la marca Breogán, que no tendrán nunca otros equipos, alguno incluso de ACB, Pero una marca se escurre entre los dedos cuando no existe una maquinaria para hacerla funcionar. Es necesaria una estructura en el club, con las ideas claras, y una organización inspirada en la empresa, no en las subvenciones. Un director general que sepa de baloncesto, un equipo comercial que sea capaz de convencer a los empresarios de que esos miles de seguidores son un buen mercado, la adecuada explotación del ‘merchandising’ tanto en tiendas como a través de internet o la implicación de los chicos de categorías inferiores en la vida del club, por poner unos cuantos ejemplos.
Esta claro que el baloncesto no es el fútbol. En el deporte de la canasta no hay esa cascada de millones que hacen el día a día mucho más fácil. Y el dinero lo es todo. Está muy bien eso del sentimiento y de la marea celeste, pero los empleados tienen que cobrar a final de mes. La entrada del nuevo consejo pondrá fin a la etapa donde la gran madre Diputación, aunque tarde, acababa pagando los salarios. A partir de hora, para bien o para mal, el Breogán empezará a regirse con criterios empresariales. Y ese es el gran reto. Por eso, esta afición, ejemplo de entrega para todo el mundo del baloncesto, se merece que quienes vengan le dejen muy claro dónde estamos y a qué aspiramos.

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