Blog | Que parezca un accidente

La mejor carrera del mundo

TENGO UN AMIGO que sostiene que el ciclismo consiste en dar pedales. Algo que defiende con total seriedad y convencimiento, como si sonase a barbaridad o la sencillez de la frase invalidase el argumento. Ignora, tal vez, que las verdades más rotundas suelen valerse de las expresiones más elementales, o es posible que desconozca la flexibilidad de la descripción genérica. Al fin y al cabo, difícilmente puede uno equivocarse al afirmar que algo es lo que es. Y sin embargo se equivoca.

El ciclismo no consiste en dar pedales, del mismo modo que dormir no consiste en cerrar los ojos ni escribir en conectar frases. Es estrategia, sacrificio, renuncia, sorpresa, dolor, riesgo, obsesión, coraje, planificación, estrofa, puente y estribillo. De no ser así, me temo que el ciclismo sería solo ciclismo y, como probablemente nunca dijo Pedro Delgado, «solo con plátanos no se sube el Tourmalet».

El ciclismo consiste en todo ello y todo ello consiste en atacar. El resto es jornada de descanso. A veces una carrera entera se reduce a un ataque bien ejecutado en el momento oportuno y en el lugar adecuado. Todo lo demás es observar. Uno no se levanta y le grita al televisor cuál es la táctica correcta, qué es lo que se está haciendo mal, tenías que haber tirado, árbitro cabrón. El ciclista está solo. No hay equipo, ni aficionados, ni medios de comunicación. O las piernas dan o no dan. Y eso no se somete a juicio ni admite reproches.

Todos los veranos, cuando comienza el Tour, uno nunca sabe cuánto va a durar. Algunas veces dura un par de semanas, dependiendo del trazado. Otras, como el Tour de 2006 que Óscar Pereiro ganó en septiembre de 2007, alrededor de catorce meses. Este año ha durado apenas veinte minutos. El tiempo que Froome tardó en completar una vuelta a Francia escalando los últimos ocho kilómetros de La Pierre Saint-Martin.

Vincenzo Nibali, Alberto Contador y Nairo Quintana tuvieron el privilegio de contemplar en primera línea cómo Froome ganaba este Tour y quizá los dos siguientes de una sacudida. El día transcurría apacible, sin sobresaltos, entre miradas clandestinas y suspiros por el Galibier, cuando de repente Froome echó a correr como si fuese a perder el tren y la carrera entera se despeñó por las laderas de los Pirineos. Salió a tal velocidad que lo hizo a cámara lenta, como si el ataque fuese su propia repetición, desplazando hacia atrás varios metros de asfalto con cada pedalada y ascendiendo con tanta furia que parecía que sus piernas, que se movían a latigazos, estaban de mal humor. La etapa, como comentó Juan Tallón, se convirtió en una crónica de sucesos, con su asesino y sus cadáveres.

Y no hubo nada más. Nairo Quintana quiso salvar la carrera a la desesperada, sacrificándose al final por el bien común como Bruce Willis en Armageddon, pero la película ya era insalvable. El resto del Tour, que se acabó aquel martes, ha sido un picnic en el campo. Los ciclistas se han limitado a dar pedales como si el ciclismo consistiese en eso, conformándose con el empate a cero. «Ahora los corredores quieren hablar francés sin estudiar», decía hace poco Bahamontes, el águila de Toledo, cuando le preguntaban cómo veía el ciclismo actual. No le falta razón.

El ciclismo consiste en atacar y todo lo demás es simplemente ciclismo. Al finalizar la Paris-Roubaix de 1985, un periodista entrevistaba a Theo de Rooij: «Esta carrera es un montón de mierda. Estás sufriendo como un animal, no tienes tiempo para mear y te lo haces encima. Vas pedaleando sobre el barro, resbalando, y es una mierda». El periodista, sorprendido, le preguntó si volvería a correrla alguna vez. Theo contestó: «Desde luego, es la mejor carrera del mundo».

Todo un año esperando por una carrera que se resolvió en veinte minutos durante la primera etapa de montaña. Un Tour entero reducido a una momentánea exhibición de potencia y tres semanas de pedaladas. Los mejores ciclistas del mundo sometidos a un ataque bien ejecutado en el momento oportuno y en el lugar adecuado.

No cabe duda de que el Tour de Francia es un montón de mierda. La más célebre de las tres grandes a merced de un arreón. Dudo mucho que a alguien le interesen mis intenciones, pero el próximo año, cuando llegue el mes de julio, lo volveré a ver. Es la mejor carrera del mundo.

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