Blog | Que parezca un accidente

La intolerable actitud de Vicente del Bosque

UNA COMPETICIÓN internacional de fútbol es algo único. Ocurre una sola vez en la vida, con independencia de que todos los años haya al menos una o dos. No importa cuántos meses queden hasta la siguiente. La llevas esperando desde que naciste. Toda tu existencia gira en torno al próximo Mundial. O a la próxima Eurocopa. Incluso a los próximos Juegos Olímpicos o la próxima Copa Confederaciones. Lo que tu selección haya ganado hasta el momento es indiferente. El único torneo verdaderamente importante es que el que todavía está por jugar.  

Y Vicente del Bosque lo sabía. Sabía cuánto hay en juego en la Eurocopa de Francia y, sin embargo, le ha dado absolutamente igual. Un 17 de mayo de 2016 cualquiera entró en una sala de prensa, se sentó frente al país e hizo pública su lista provisional de convocados. Sin euforia, pero sin apatía. Con inquietante serenidad. En total pronunció veinticinco nombres. Dejaba fuera a Diego Costa, a Juan Mata y a Fernando Torres. También a Paco Alcácer y a Santi Cazorla. Incluía, sin embargo, a Lucas Vázquez, a Saúl Ñíguez y a Iker Casillas, y añadía a once reservistas para reforzar la preparación. Después contestó a unas cuantas preguntas, se despidió amablemente de todo el mundo y, por último, se marchó por donde había venido. ¿Es o no es para estar indignado? 

La de Del Bosque es una conducta inadmisible, pero también lo es la de la Real Federación Española de Fútbol. Que se permita al seleccionador nacional decidir unilateralmente a quién convoca para jugar en la selección española es algo intolerable. Ahora va a resultar que el seleccionador está ahí para escoger quién juega y quién no juega en la selección. Así, sin contar con nosotros. ¿Quién es el seleccionador para ponerse a seleccionar? ¡Si aquí los que sabemos de fútbol somos precisamente todos los demás!

Que haya elegido a los jugadores que le ha dado la gana es un ataque a la línea de flotación de nuestra democracia

Como es natural, la prensa lo ha puesto a caldo. Que por qué lleva a Lucas Vázquez y a Casillas. Que por qué no lleva a Diego Costa. Incluso algunos medios internacionales se han hecho eco de su temeridad. The Guardian titulaba: "Torres, Alcácer y Cazorla son ignorados por los vigentes campeones". "España deja fuera de la plantilla de la Eurocopa a los gigantes" eran las palabras del Daily Mail Sport. Pero lo verdaderamente relevante no es tanto a quién haya convocado o dejado de convocar Vicente, sino el hecho de que lo haya decidido por su cuenta. Sin consultarlo con los que sí entienden de fútbol, que básicamente somos todos los españoles excepto el propio seleccionador nacional. 

Porque, para empezar, en este país las cosas importantes se votan. Y, hasta donde yo sé, más importante que el fútbol no hay nada. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que se formulase un referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN y no se someta al voto popular la lista de jugadores convocados con la selección? Uno se junta con sus amigos para ver el partido, analizarlo o llorar juntos las alegrías y las desgracias. Y al día siguiente llega al trabajo y comenta con su jefe el golazo que fulanito metió por toda la escuadra. Y de camino a casa va revisando los titulares del equipo contra el que nos enfrentamos en cuartos, esos que son tan buenos y a los que tanto nos va a costar ganar. El fútbol está en todas partes. Lo inunda todo. Es consustancial a nuestro día a día. ¿Pero y la OTAN? ¿Quién llega al trabajo un lunes diciendo "¡menudo jaleo tuvieron ayer en el comité sobre la dimensión civil de la seguridad de la OTAN!", y de repente todos los compañeros se arremolinan a su alrededor para comentar los mejores momentos de la sesión? ¿Quién celebra con sus colegas en un bar las declaraciones de su secretario general? En la OTAN ni nos fijamos y sin embargo no hubo más remedio que ir a las urnas. Ya que con la lista de convocados vamos a convivir a diario, qué menos que conformarla entre todos los que entendemos de fútbol y no el seleccionador nacional. 

Imagínense lo mucho que debatiríamos sobre fútbol durante los partidos y toda la cháchara que nos ahorraríamos sobre los titulares y los recambios que debería haber para cada posición. Por fin podríamos entregarnos a la discusión estratégica. Podríamos hablar sobre el dibujo táctico. Sobre el juego sin balón. Sobre repliegues, coberturas y permutas. La conversación se centraría en el análisis de los desdoblamientos, la progresión en el juego y los apoyos. Se acabarían las horas y horas de intercambio de impresiones sobre cuánto se ha equivocado en la convocatoria el seleccionador. El sueño de cualquier aficionado al balompié. 

Que Vicente del Bosque haya elegido a los jugadores que le ha dado la gana es un ataque en la línea de flotación de nuestra democracia y un atentado a los valores que nos identifican como españoles. Porque no sólo tiene la desfachatez de decidir por su cuenta la lista provisional de convocados, sino que además se atreve a llevar a cabo una labor que le compete. En un país en el que lo normal es que las cosas no las haga aquel a quien le corresponde hacerlas, sino cualquiera que en un momento dado pase por allí, aparece uno que cree que ahora las decisiones las debe tomar la persona competente. Lo que faltaba. Menuda grosería. 

Una cosa es que la selección nacional juegue la Eurocopa, y otra muy distinta comenzar de un día para otro a ser europeos. No nos volvamos locos, don Vicente. Recapacite, háganos el favor.

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