Blog | Que parezca un accidente

La cabalgata de Reyes y las cosas que no son

SE HA COMETIDO el error, con el dichoso tema de la cabalgata de Reyes, de creer que las cosas siempre son lo que son, cuando de ordinario no son ni parecidas. Qué mundo aburrido e insustancial sería este si las cosas fuesen siempre lo que son y no otras distintas.

Lo normal es que las cosas suelan ser lo que alguien dice que son. Tenía yo un profesor en la facultad que, apropiándose de una reflexión de Oliver Wendell Holmes, solía repetir que la ley no es más que lo que los jueces dicen que es. Algo que dio en llamarse realismo jurídico y que resulta mucho menos cautivador que otras vertientes del realismo, pero también mucho más práctico.

El aforismo, en todo caso, puede extrapolarse a numerosas situaciones de la vida cotidiana. Cuántas veces nos hemos tropezado, por ejemplo, con la historia de alguien que asegura que un dentista le quitó una muela que no era la que le dolía. Ahora va a resultar que sabe más de dientes un paciente cualquiera que todo un licenciado en odontología. Si el dentista dice que la muela que te duele es una que no es la que te duele, pues será esa la que te duele y no la que dices tú. Faltaría más.

En realidad, que las cosas sean lo que son y no lo que no son es una cualidad poco meritoria. Ya me dirán qué gracia tiene que un sándwich de pavo sea un sándwich de pavo. O que un penalti sea penalti. El verdadero reto está en comprender que a veces las cosas son todo lo contrario de lo que en realidad son. Mi suegro tuvo ocasión de comprobarlo cuando, como tantos otros en Galicia, de joven se vio en la situación de tener que emigrar a Suiza y tuvo que sacarse el pasaporte. Cuál fue su sorpresa cuando al entregar su partida de nacimiento en el gobierno civil el funcionario le comunicó que, lamentándolo mucho, no podía concederle el pasaporte porque, según los datos que él manejaba, estaba muerto. Mi suegro, que recuerda que por aquel entonces estaba vivo, le pidió que comprobase el registro porque él no tenía constancia de haber fallecido, y mientras el funcionario revisaba los libros con desgana, ya que no tenía duda alguna de que estaba en lo cierto, cayó en la cuenta de que el hecho de haber sido inscrito en el registro civil el 12 de octubre de 1948 en lugar del día 4, que es cuando efectivamente nació, es lo que podía estar causando el error. El funcionario cotejó los asientos y descubrió que alguien que no era mi suegro pero que tenía su mismo nombre y apellidos había sido inscrito en el registro civil el 4 de octubre de 1948, y era esta la persona que en realidad estaba muerta. Mi suegro, que no obstante ya sospechaba que estaba vivo, comprendió entonces que las cosas no son siempre lo que son, sino todo lo contrario, y se llevó una alegría al averiguar que, contra todo pronóstico, todavía no había fallecido.

Que las cosas sean lo que son y no lo que no son es poco meritorio

Sin embargo no es sencillo imponerse a la lógica cuando es el Estado el que dice que las cosas son como son y no de otra manera. Cuando mi amiga Isa González se casó con mi amigo Hugo Babarro y comparecieron con dos testigos en el registro civil para formalizar su matrimonio, ella pasó por el trance de descubrir que en realidad ya estaba casada y por lo tanto no podía volver a desposarse. Así constaba en la hoja del registro. Ya es mala suerte darte así de bruces con la realidad justo el día que ibas a contraer matrimonio, pero sobre todo encontrarte de golpe con que ya tienes un marido, y quién sabe si tambien hijos y una casita preciosa en la costa, muy cerca de Sanxenxo. Que puede ser una vida maravillosa tu otra vida, no digo que no, pero qué menos que haber podido participar en ella. Al fin y al cabo, a qué mujer no le gusta estar presente el día de su boda o el día que da a luz. Por fortuna, Isa tiene un carácter escéptico y pensó que tal vez las cosas, lejos de ser como eran, eran de otra forma, y solicitó que se revisasen las partidas de nacimiento del mes en que nació por si había otra mujer llamada igual que hubiese sido inscrita en el registro en la misma época en que había sido inscrita ella. Por fin, después de mucho indagar, descubrieron que era otra Isabel González González la que se había casado cuatro años antes con un tal César Álvarez Quintas, y por tanto no había inconveniente alguno en que Hugo e Isa contrajesen matrimonio con todas las de la ley.

Esta clase de cosas ocurren con bastante frecuencia. No hace mucho una pareja de la Guardia Civil detuvo el coche de mi cuñada con intención de multarla por haber excedido el límite de velocidad en un tramo por el que ella no había pasado. Convencer a la Benemérita de que las cosas a veces son lo contrario de lo que son no parece tarea fácil, pero afortunadamente ella pudo probar que se había incorporado a la carretera más adelante del punto en el que estaba situado el radar. Yo mismo recibí en verano un aviso de Correos en mi buzón para que pasase a recoger un paquete, pero mis apellidos, los que figuraban en la notificación, no eran del todo correctos. Tuve que convencer a la funcionaria de que, a pesar de la evidencia, yo era yo y no otra persona, y de que los apellidos de mi DNI eran los que estaban bien y no los que constaban en el aviso.

Con la cabalgata de Reyes ha sucedido algo muy similar. Somos animales de costumbres y nos empeñamos en que las cosas sean lo que son, cuando por lo general, y reinterpretando a Oliver Wendell Holmes, suelen ser ser más bien lo que alguien dice que son. Así, unos dicen que los Reyes Magos son tres y son varones. Otros que son varones pero no son tres. Algunos dicen que no son varones y otros que ni siquiera son reyes. Que viajan en camello. Que viajan en tren. Que viajan en helicóptero. Insistimos hasta la obstinación en que las cosas siempre sean lo que son y no lo que decimos que son, y no nos damos cuenta de que las cosas, en realidad, a veces no son más que todo lo contrario.

Comentarios