Opinión

Entre estaciones

HAY QUIEN dice que acusa lo que llaman ‘astenia primaveral’. Esa sensación generalizada de cansancio que le entra a mucha gente con la llegada del buen tiempo y al haber más horas de luz. Es este un síntoma que nunca entendí del todo bien. Será porque mi estación preferida es la primavera. Puedes tener lluvia y sol en el mismo día, suben las temperaturas, las tardes son más largas -pero no infinitas como en verano-, el sol aún no quema y da gusto que te caliente la cara, salen las flores y los árboles recuperan su follaje habitual. Todo es más bonito en primavera. Sin embargo, llega el verano. El sol que te quema, el calor pegajoso, las playas llenas de gente, las terrazas sin una mesa libre, las aglomeraciones que se repiten en todas partes, el tráfico insoportable a todas horas. No hay color. Y luego llega el otoño, que aparte de los bonitos colores que deja en los bosques, solo nos recuerda que en poco tiempo llegará el frío, la lluvia, la desnudez a los campos y la tristeza que arrastra tras de si el invierno. Cuestión de gustos. Pero como en la vida, las estaciones nos recuerdan que para apreciar una es necesario conocer las demás.

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