Opinión

Crónica de un día sin luz

LA FALTA de electricidad nos hace darnos cuenta de lo mucho que dependemos de ella. Los continuos cortes que sufren por ejemplo en Ribadeo, sin causa parece ser que aparente, es una muestra de las molestias y trastornos que ocasiona la falta de un bien de la era moderna sin el que ya no podemos vivir. La última vez que sufrí un día entero sin luz, creí transformarme en otra persona. Todo empezó bien. No pasa nada, me dije. Tengo cocina de leña para el calor y una de gas para la comida y con la luz natural puedo leer sin ningún problema. Sí, sin ningún problema. Hasta que la luz natural empezó a escasear. Y no tardó mucho en pleno invierno. Pasada una hora a la tenue luz de las velas (o de un farol de cámping gas que era peor que las velas) empecé a notar un leve dolor de cabeza y un mal humor en crecimiento que me hizo olvidar el día tranquilo y alejado de las nuevas tecnologías que me las prometía muy bonitas al principio. Eso desembocó en llamadas a la compañía para comprobar si el suministro tardaría mucho en volver. Nueva frustración. Se aprovechan de nuestra debilidad para pasar de nosotros y ceñirse a que está en vías de solución. Eso sí, la factura sin descuento.

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