Opinión

¿Qué hacemos con el Breogán?

LA PREGUNTA surge de forma inevitable. Surge, sobre todo, del dolor. Del dolor de ver que los play off de ascenso a la Liga ACB siguen su curso —este viernes se juegan los terceros partidos de las semifinales— y el Breogán no está en ellos. Surge también de la incertidumbre, de contemplar el futuro que le espera a una entidad lejos de su mejor momento precisamente en la temporada en que cumple cincuenta años de actividad. ¿Qué hacemos con el Breogán? ¿Qué van a hacer sus futuros dirigentes? El Breogán es material sensible en Lugo, fruto de su arraigo, de la identificación con sus colores de la mayor parte de la población. Durante cincuenta años, que se dice pronto, el Breogán ha paseado el nombre de Lugo por toda España. Cosa seria, por tanto. Nada de bromas, desde luego.

Dicen los cultivados en economía que una crisis debe ser recibida, sobre todo, como una oportunidad, con una visión positiva, como la ocasión de regenerar aspectos que no han funcionado y que han conducido al sistema al bloqueo. Pues bien, en el sentido más puro del término puede decirse que el Breogán está en crisis. No en crisis económica —aunque con algunos problemas, parece que el club es viable en este momento—, no en crisis social o de identidad —el principal activo del club es su fiel y cada vez más joven hinchada—, pero sí en crisis institucional. La incertidumbre por lo que puede pasar, además de la dolorosa eliminación en los play off en el plano deportivo, es lo que marca hoy el día a día del Breogán.

Y es ahí donde hay que atacar la enfermedad. Con cariño, pues ya se ha dicho que se trata de material sensible, pero con la suficiente frialdad que impida repetir los errores que han conducido a la situación actual. El Breogán necesita primero un chequeo a fondo. Necesita muchas más cosas, como por ejemplo un consejo de administración que marque el rumbo, algo que en esta aciaga campaña no ha existido, necesita un capitán que conduzca la nave y una tripulación, quizá con gente nueva, diferente a la conocida ya de mucho tiempo, que le ayude. Necesita también un análisis riguroso de su momento actual. Y la realidad, pese a su glorioso pasado, conocido por todos y que no hace falta contar otra vez, es que el Breogán es un equipo de la LEB. No es un club de la ACB que juega circunstancialmente en la LEB, sino un conjunto de la LEB. Y eso no es malo ni bueno. Ni debe doler. Es la realidad. Diez años sin pisar la máxima categoría son demasiados como para pensar que la situación actual es transitoria.

Cuanto más claro tengan eso los nuevos consejeros, los que encabezados por Jesús Lence están próximos a tomar el control de la entidad, más terreno en el futuro tendrá ganado el Breogán. Y una vez que se asuma dónde se está todo es posible. El Breogán es hoy un equipo de la LEB, pero no un equipo cualquiera. El Breogán, en la LEB, debe ser puntero. Su historia lo merece. Pero también merece un respeto. Hacer castillos en el aire o hablar de objetivos inalcanzables no ayudan precisamente. Lo que el enfermo necesita en estos momentos es analizar en qué se ha fallado y por qué. Y empezar a construir el futuro con humildad y sensatez, incluida la confección de la plantilla, uno de los errores más evidentes en la temporada ya concluida para el club, aunque el infortunio de las lesiones, desde luego, tampoco ayudó.

Tiene el Breogán un capital de valor incalculable, su afición, que también merece un respeto y a la que hay que hablar con claridad desde el club, sin forofismos caducos, tratarla no como a un niño caprichoso al que se le dice solo lo que quiere oír, sino como a un adulto, sin ocultarle nada, ningún aspecto por desagradable que sea. Porque solo desde el análisis frío, solo asumiendo la realidad, solo desde una gestión seria de los limitados recursos disponibles saldrá adelante el Breogán. Está en sus manos, señores.

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