Opinión

La provincia como medicina

EL SISTEMA descentralizado —los Länder—, vigente en las medidas contra el coronavirus, es una de las variables que un editorial de Le Monde contemplaba la pasada semana para analizar la posición favorable, al menos en esta fase de la pandemia del coronavirus, de Alemania frente a Francia, histórico referente del centralismo. La recentralización del poder es siempre sospechosa para los alemanes, incluso en situaciones extraordinarias como la que provoca la actual pandemia. Solo se justifica en período de guerra.

Tanto o más que la fórmula centralista o federal en las decisiones, lo que realmente funciona es la voluntad política, declaraba un científico alemán frente a algunos colegas que veían más eficiente un único poder y una única decisión. El liderazgo de la señora Merkel, su capacidad para coordinar y no imponer, permitió que la fórmula federal funcionase con matices muy evidentes en las medidas aplicadas por los Bundesländer. El Freistaat de Baviera, más afectado, fue mucho más restrictivo que la ciudad estado de Berlín. En Baviera habrá exámenes y se recuperará en lo que sería período vacacional el tiempo perdido de clases. ¿Mejor para los alumnos y para el país aprobado general? Se podría y debería debatir, con permiso de la autoridad gubernativa.

La voluntad política es lo que hay que analizar, y habrá en los gobernantes ante esta pandemia, como el calendario de la adopción de medidas o la capacidad de gestión de los recursos para la prevención o la seguridad de los sanitarios. La voluntad política se refleja también en esta situación extraordinaria en decisiones que trascienden claramente el campo de la sanidad o de protección de la salud de los ciudadanos. Son al menos discutibles como imprescindibles u opción mejor para esos objetivos.

La nueva normalidad debería ir por ahí: compaginar protección de la salud, vida pública, economía y sistema de libertades como grandes retos de una situación extraordinaria y compleja

El principio de subsidiariedad, que recordó el presidente Sánchez en varias de sus múltiples comparecencias televisivas, tenía amplio campo de aplicación en las medidas o fases de desconfinamiento que aprobó el Gobierno. No será así. Y no entra aquí "la orgía de discusiones sobre aperturas", calificación con la que zanjó Merkel la discusión sobre plazos de camino a la normalidad.

Resucitadas aquí las provincias y hasta la fase final, o "la nueva normalidad" que dijo Pedro Sánchez, no podremos viajar de Palas a Melide, aunque sean vecinos de siempre, o de Pontecesures a Padrón, aunque solo sea cruzar un puente, o de Lalín a Santiago, aunque sea la misma área sanitaria. Los límites provinciales ya se sabe que además de absolutamente justificados por la historia y la geografía, no hubo gobernador civil o sucedáneo posterior que lo dudase, quedan avaladas ahora por razones de salud pública.

Bromas aparte, el director de La Vanguardia, Jordi Juan, advertía estos días de la importancia de salir del estado de alarma con el sistema autonómico reforzado y reafirmado. No hay que alimentar secesionismos. Y sobre todo hay que continuar con un modelo que, como en el caso de Galicia, se ha demostrado más eficiente que el centralismo. La nueva normalidad debería ir por ahí: compaginar protección de la salud, vida pública, economía y sistema de libertades como grandes retos de una situación extraordinaria y compleja.

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