Opinión

Me querían muerto

N o deben andar con bromas precisamente los enemigos del papa Francisco dentro de la propia organización de la Iglesia. También puede haber "intereses externos". La vuelta atrás, el final del aire fresco que trajo Francisco, es una tentación y una estrategia dentro de sectores potentes de la Iglesia católica. Están activamente organizados. Lo dice hasta el Papa. Quiere que se sepa.

Esos grupos de interés, reaccionarios por supuesto, esperaban que la intervención quirúrgica a la que fue sometido Francisco supusiese su muerte. Y se pusieron a organizar el cónclave que elige al papa, para que el sucesor de Francisco tomase el camino de la marcha atrás. Lo confesó Francisco ante un grupo de compañeros jesuitas en Eslovaquia. "Algunos me querían muerto y preparaban el cónclave». Es una afirmación fuerte. Es sintomático de las presiones a las que está sometido. Es indicador del clima beligerante que existe en algunos ambientes vaticanos y episcopales. No pueden ser solo intereses ideológicos, llámenle si quieren doctrinales, aunque estos alcancen el fanatismo. Y hay que verlo como una advertencia por si alguien creía que el camino tan solo iniciado por Francisco es una ruta con continuidad garantizada.

La publicación de la conversación de Francisco con un grupo de jesuitas en Eslovaquia no rompe ningún secreto. El propio Francisco, entre bromas, lo deja claro al abrir el diálogo. "La idea de invitar a los jesuitas durante mis viajes apostólicos es del p. Spadaro, porque así tiene material para hacer un artículo para la Civilità Cattolica, ¡que publica siempre estas conversaciones!" No dijo que en esta ocasión el secreto era obligado. Civilità Cattolica es la revista internacional de los jesuitas.

Cuando la religión y la política confluyen — demasiadas veces en la historia— nunca fue ni es para avance de la sociedad ni para ganar espacios de libertad. El resultado y el mal de origen es el mismo con el nacionalcatolicismo que con la bendición de la revolución sandinista por clérigos y teólogos de la liberación. Miremos dónde está Nicaragua. Los ciudadanos no precisan instrucciones políticas desde el púlpito.

Hay miedo a afrontar los riesgos de la libertad, le dijo Francisco a sus compañeros jesuitas. No es solo una cuestión eclesiástica. La autonomía de la sociedad civil que Francisco reconoce y propugna no la admiten esos sectores de la vuelta atrás. Este Papa declara en el vuelo de regreso de su último viaje que la sociedad civil debe dar cauce y legalidad a las parejas del mismo sexo. La posición para los católicos dentro de la Iglesia es otro tema. Ni la Iglesia tiene que pretender imponer al conjunto de la sociedad sus normas y sus valores morales ni tampoco desde la sociedad civil o desde organizaciones ajenas totalmente a la Iglesia deberían pretenderse o a veces imponer las normas que la Iglesia predica o marca para sus fieles. Por los extremos de la izquierda y la derecha política y eclesiástica no se entiende que la sociedad civil se autorregula de forma autónoma y que la Iglesia católica como cualquier otra asociación en el respeto a los derechos de la persona y a la ley

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