Opinión

La felicidad

Toda la mañana cayó una lluvia fina. No era orballo. A ver si esta agua penetra en la tierra. Aparecen zonas secas, como quemadas, en el césped cuidado y en la pradera. No ha rematado la primavera. Cuando cavas para plantar encuentras la sequedad de una tierra dura. Hasta las fresas que este año han aparecido pronto carecen del color fuerte que atrae a los pájaros. Están como con faltas de vida.

Una lluvia suave, una temperatura con la que el cuerpo enviaba señales de bienestar, un entorno de humedad contenida y luz plena, que se imponía al agua, permitía ver en el horizonte las cimas de la sierra del Careón. Con solo la cabeza cubierta con un viejo gorro inglés de lana, al que le tengo querencia, pude trabajar toda la mañana sin riesgo de que la humedad me alcanzase al cuerpo. Más que el silencio evidente, toda la mañana se impuso una calma absoluta.

Con la cabeza cubierta con un viejo gorro inglés de lana pude trabajar toda la mañana sin riesgo de que la humedad alcanzase mi cuerpo

La noche anterior había estado leyendo algunas notas de Séneca Sobre la felicidad y sobre la brevedad de la vida. Una "Sabiduría estoica para el lector actual", figura como reclamo en la portada. El lector actual es el que, tras una recesión de muy padre y señor mío, cuando empezaba a levantar cabeza se encontró con un virus que lo encerró en casa y lo retrotrajo a una situación sanitaria, social y económica, que creía perdida en la noche de la historia. Cuando esa tormenta de dolor y muerte parecía alejarse, el lector actual encontró en la caja del supermercado y en el recibo de la luz una inflación a lo bestia, que nada bueno augura, al tiempo que la guerra se hace presente. El temor a que regresen realidades bélicas, hambrunas y pobrezas que se daban por superadas entra en la normalidad.

En este tiempo que acumula males, cuando además uno suma años, cómo no va a buscar el consejo del estoico, aunque sea en forma de píldoras editoriales, igual que agradece la ayuda y el efecto de las endorfinas cada mañana en el gimnasio e incluso antes de irse a la cama deposita bajo la lengua un par de gotas de CBD en la confianza de que el sueño sea reparador.

Uno vive el jardín probablemente como la nostalgia por la vida apacible de la villa romana que transmite Séneca. Qué es la felicidad, se pregunta el filósofo antes de entrar a dar opiniones o consejos. "Puede llamarse feliz el que no desea ni teme nada, beneficiándose del uso de la razón".

La felicidad no debe ser nada muy diferente a lo que experimenté durante toda la mañana en la que, con lluvia y luz, seguí en el empeño de hacer real el jardín que solo yo veo cada noche justo cuando llega el sueño. La felicidad puede ser esta mañana de trabajo en el jardín. Así la viví, incluso cuando observé que la peste ataca a algunos rosales, que la sequía es algo más que un titular de telediario y que los tejos crecen lentos, muy lentos, como para que lleguen a tiempo de proteger con sus ramas la tierra en la que confío depositen mis cenizas.

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