Opinión

Dinerillo para la dignidad

Este país fue tradicionalmente comprensivo, e incluso laudatorio, con aquellos empleados públicos que se buscaban la vida con un trabajillo extra para cubrir agujeros de la hipoteca, los estudios de los hijos o las vacaciones en la playa. O, sencillamente, para darse algunas alegrías en una sociedad de brasero en la mesa camilla. Una semana en Benidorm, al modo cine de barrio, con hijos y suegra, exigía ingresos extra. No daba para tantas alegrías la nómina oficial. Pasaba lo mismo con el empleado de banca que por la tarde-noche llevaba la contabilidad de algunos pequeños negocios. Es de imaginar que en una situación semejante deben hallarse algunos parlamentarios andaluces. O sencillamente se pasan de listos, o no. Para alguno de sus colegas "dignifican la política" cuando ejercitan prácticas nada ortodoxas. Pura chapuza de hispánica picaresca. 

La habilidad político recaudatoria que acaba de llevar a la dimisión de dos diputados andaluces, más que en una placa de honra podría figurar en las prácticas que producen risa o vergüenza extrema, como las que cuenta Paul Preston en su último trabajo. El protagonismo es de la corrupción en España en el último siglo y medio. Hay para dar y tomar antes de que llegase Blablacar. 

Dos diputados, uno por cada banda —Ciudadanos y Podemos— han dimitido por cobro de kilometraje extra. Por una parte recibían del Parlamento sus dietas por desplazamiento y al tiempo, en la plataforma de vehículo compartido Blablacar ofertaban los viajes para compartir los gastos. Esto último es un decir: más bien se trataba de aumentar los ingresos. Unos 25 eurillos más entre Almería, de donde es uno de los dimisionarios, y Sevilla, donde tiene la sede el Parlamento andaluz. Una contribución para tomarse un fino y algo de jamón para acompañar. 

Con el kilometraje cubierto por las dietas oficiales sería incluso ejemplar que ofertasen gratuitamente el coche para viajeros sin recursos que tuviesen que hacer el mismo recorrido. Pero cuando se hace lo contrario: buscar un ingreso extra, después de haber cobrado del dinero público, no sé exactamente qué mérito tiene. Asegurar que «dignifican la política» significa que no debería dimitir. ¡Hay que ascenderlos! Y, por supuesto, significa que se toma por rematadamente tontos a los ciudadanos. La política debe estar mucho peor de lo que nos imaginamos cuando se dignifica con chapuzas así, según los nuevos maestrillos. Hablar de moralidad está fuera de lugar. 

Para volver al modo cine de barrio, si se permite tal referencia en tiempos de Me Too, me imagino una escena en la que la que la propia encuentra al Paco Martínez Soria de turno en trabajos extra en el dormitorio conyugal. 

—Estoy dignificando el matrimonio. 

Sería justamente en una escena así cuando el cómico Antonio Ozores empezó a hablar en ese idioma propio para gran regocijo de la audiencia. Algo similar acontece con ese líder andaluz de Ciudadanos y la dignidad de su colega que cobraba dietas y a los acompañantes de viaje. La dignidad es cuestión de guasa.

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