Opinión

Bienpensantes con el fanatismo

Mostrar en clase una imagen de Mahoma equivale a defender la bondad de Hitler, según un alto cargo de la Hamline University, de Minesota. El rectorado aseguró en una declaración oficial que el respeto a la sensibilidad de los estudiantes musulmanes está por encima de la libertad de expresión. ¡Apaga y vámonos! El asunto lo comentaba Antonio Muñoz Molina, ‘Culpable de herejía’, el pasado sábado en El País. Con planteamientos así, decía el escritor, la libertad de expresión quedará reducida a campos como la microbiología o la numismática. Y vamos a suponer que en este último caso no aparezca una imagen de Mahoma en una moneda.

 
La profesora Erika López Prater, adjunta de Historia del Arte, mostró una miniatura persa del siglo XIII en la que está representado Mahoma. Una imagen, dice Muñoz Molina, de «una extremada delicadeza, de una piedad entre sofisticada y cándida». La profesora advirtió anticipadamente a los estudiantes de lo que iba a mostrar. Avisó de nuevo, por si alguien quería retirarse, antes de mostrarla en clase. Nadie objetó nada. Pero a las pocas horas, una alumna denunció un acto de islamofobia, racismo y sexismo. La profesora fue despedida. La sensibilidad de una estudiante musulmana está por encima de la libertad de cátedra y tal sensibilidad, el fanatismo, la eximen del conocimiento de que en el siglo XIII en Persia existían imágenes de Mahoma. Este suceso y sobre todo la declaración y el comportamiento del rectorado acontece en un país que se consideraba referente y abanderado de las democracias liberales.

En el suceso de Algeciras en el que un joven marroquí atacó «en nombre de Dios; en contra del diablo», con un machete de grandes dimensiones dos iglesias, mató a un sacristán e hirió a otras cuatro personas, lo condenable y el gran escándalo son para el discurso y la práctica políticamente correcta las palabras de Alberto Núñez Feijoo. Que el señor Fijoo pudo y debiera haber evitado en su comentario comparaciones entre religiones, no justica su demonización ni los silencios de sociedades abiertas ante formas de radicalización y totalitarismo por grupos islamistas.

Cuando el tema se lleva a editoriales y a columnas de opinión y se obvia el serio problema que representan esos grupos para las libertades, y se centran en la descalificación de las palabras del líder de la oposición —les sobraba la comparativa, vale— algo falla de raíz. Miran al dedo y no a la gran ‘fochanca’ a la que apunta en la carretera. Cómo van a lamentar luego el accidente. La declaración del rectorado que expulsa a la profesora y coloca la sensibilidad de una alumna por encima de la libertad de expresión refleja la caída libre a la que lleva confundir el respeto a la diversidad con la destrucción de los pilares que definen a las sociedades abiertas.

Como ese mismo criterio se aplique a las denuncias que entre nosotros presentan los «abogados cristianos», imagino en silencio o con aplausos a quienes desde la izquierda y el progresismo se apresuraron en bendecir y comparar las declaraciones «prudentes» del episcopado español frente a las palabras de Feijoo. Si van a las hemerotecas encontrarán también la «comprensión vaticana» ante la orden de Jomeini a todos los musulmanes para matar al autor de ‘Los versos satánicos». Salman Rushdie está sin un ojo y sin movimiento en una mano por el ataque de otro lobo solitario que en su fanatismo pretendía acabar con la vida del blasfemo.

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