Opinión

Bailar la vida

La película de Zorba, que invita al baile de la vida, no es un manual de autoayuda. El mensaje es mar, luz, música y danza

Hay una escena en Zorba el griego que se puede calificar de mítica. Es el baile, al final de la película, que sigue en la playa de Stavros al "desastre más esplendoroso". Es el sirtaki, con música de Mikis Theodorakis, entre el vitalista y festivo Zorba, magistralmente interpretado por Anthony Quinn, y Bill, el joven pulcro, formal hasta en su expresión e indumentaria, que nunca se sale de la norma, un papel de Alan Bates. El dinero del joven Bill, con la creatividad imaginativa de Zorba, se ha precipitado por la ladera del monte: el proyecto inversor se hizo piedra y polvo. Se desmoronó el sueño que Zorba fue inyectando en su amo. Cuando el apocado Bill le dice a Zorba que quiere bailar, suena la música, se inicia la danza de los dos y el desastre evidente de la inversión se convierte en "esplendoroso". No hay espacio para lamentos ni reproches. Al fracaso y a la impotencia le responden con la danza de la vida.

Siempre, pero más en tiempo de temores y confinamientos, parece una buena lección. Supongo que por fortuna o por mi condición de cuasi analfabeto tecnológico, no sé cómo pero el miércoles en la pantalla apareció Mikis Theodorakis con Anthony Quinn en la Königsplatz de Múnich. Desconocía la grabación: un obsequio para un viaje de ida y vuelta. Era una noche de verano y en la plaza había una multitud. Sonó Strose to stroma, bailaba en el escenario un ya mayor Anthony Quinn. Al frente de la orquesta, Theodorakis, que celebraba su 70 cumpleaños. La música y Theodorakis dirigiendo al público es una llamada a la participación con el coro y la multitud. No es griego ni pertenecen a idioma alguno los sonidos que pueda gritar. ¡Qué importa! Es un canto a la vida. Hay que sumarse. Cuentan que es un homenaje a los luchadores por la libertad frente a la dictadura en Grecia. Las admiraciones políticas de Theodorakis serían otro tema. La película de Zorba, que invita al baile de la vida, no es un manual de autoayuda. No hay consejos ni lugares comunes. El mensaje es mar, luz, música y danza. Como antidepresivo no presenta efectos secundarios.

La personalidad de Zorba no se identifica con la respuesta de excesos y orgías que, según la historia, dieron algunos al miedo ante la peste negra. No es tampoco huida, alienación, ante la incomprensión del mal. No hay que ir al Apocalipsis. La danza de Zorba, como la noche de Múnich, es afirmación de la vida. Como corresponde a aquella letra que no entendía en la capital bávara y luego descubres que propone recorrer medio camino para el encuentro, para darse la mano, para darse un abrazo, para preparar la cama para dos. Jacques Attali (L’économie de la vie. Se preparer à ce qui vien. Fayard. 2020) advierte que el encierro por esta pandemia no es solo en un lugar: "nos encierra mentalmente". Para desconfinarnos, al menos mentalmente, empiezo a andar ese medio camino, como proponía aquella canción griega, que me llevará a dar la mano y el abrazo que ahora no está permitido.

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