Opinión

Azul cielo, cobalto o marino

Hay banderas bonitas, indiferentes o feas, según gustos. Son variables los sentimientos de entusiasmo, veneración y entrega que despierta cada una de ellas en quienes las ven. Conviene ser respetuosos con la bandera, al menos con la de otros. Lo constató Rodríguez Zapatero que permaneció sentado al paso de la bandera estadounidense. Ahora aparece satisfecho de sí mismo, con Maduro y un inmenso retrato de Bolívar como fondo. ¡Qué vergüenza de foto! 

La bandera tricolor de Francia me resulta bonita. Me gusta cuando aparece extendida sobre la fachada de los edificios públicos, en caída desde un ventanal o balcón hacia la planta más baja. Me gusta la bandera de los EE UU, qué le vamos a hacer. Tuve un paraguas, que olvidé en algún sitio o me robaron, que reproducía una vieja bandera americana. Nada más verlo en la tienda de un museo decidí comprarlo. Protegía de la lluvia y tocaba las narices en un país como este en que derecha e izquierda, que comparten fobias tradicionales, se cubren de antiamericanismo como expresión patriótica o progresista. Jean François Revel, el liberal francés sin complejos, escribió La obsesión antiamericana, enraizada en la Francia de la "grandeur", en el gaullismo y el progresismo. 

Hace unos meses que Macron cambió el azul de la bandera francesa, la que aparecen en sus comparecencias y la que ondean en el palacio del Elíseo. El azul cobalto ha pasado a un azul marino. O así los describen. Ya era el color hasta finales de la década de los sesenta. La Armada francesa lo mantuvo siempre. La noticia del cambio para un azul "más elegante" acaba de saltar días atrás. Los poderes del presidente de la República llegan hasta ahí: hasta decidir la tonalidad del azul de la bandera. No debe prestar mucha atención a estos detalles la ciudadanía cuando tardó meses en percatarse. Hay asuntos más importantes de los que ocuparse y preocuparse. Diría que es síntoma de buena salud política y ciudadana que el cambio pasase desapercibido. 

El nuevo azul dicen que es un guiño a la Revolución en la conmemoración del bicentenario de la muerte de Napoleón. Macron lo conmemoró este año —no lo celebró, cuestión de matices— aunque el emperador que murió desterrado en el exilio, fuese "un traidor al espíritu de la Ilustración" y no incluyese a los esclavos en los valores de la libertad, igualdad y fraternidad. Napoleón llevó el nombre de Elviña, la batalla de A Coruña, al listado de triunfos que figuran en el Arco del Triunfo parisino. 

El azul de la bandera gallega, y voy a donde quería llegar, no me parece muy elegante. Es una cuestión de gustos. Podrían cambiarlo antes de reformar el Estatuto que propuso Gonzalo Caballero. Frente al actual azul celeste, bien podría ser un azul marino, por tierra de mar, o un azul cobalto, emblemático de la cerámica que fundó el ilustrado Antonio Raimundo Ibáñez, conocido como marqués de Sargadelos aunque sin marquesado, un ilustrado, linchado por afrancesado: la resistencia, en una de las mil formas que perviven, a la modernización del país.

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