Opinión

'Azucre'

Casi me pilla la madrugada con Azucre en las manos. ¡Qué bien escribe Bibiana Candia! Me sedujo el lenguaje, rico; el estilo de una trabajada sencillez; transmite los sentimientos sin concesiones artificiosas. Es musical. Reviví los placeres juveniles del descubrimiento de Valle Inclán o de Torrente Ballester. No sé si esta personal percepción se corresponde a lo que diga o vea un crítico profesional. La sentí así, placenteramente. Es ritmo, historia y cosmovisión galaica. Es la Weltanschauung de la emigración gallega, ya que la autora vivió o vive en Berlín. Me puse a leerla en alto, como aconsejaba Torrente para el arranque de la Saga/Fuga.

Me impresionó la historia que narra. La desconocía. Hace poco que descubrí en una lectura de Ramón Villares cuán reciente estaba la abolición de la esclavitud por España: 1880. Ya casi entraba el siglo XX cuando el último esclavo obtiene la libertad.

Hace poco que descubrí en una lectura de Ramón Villares cuán reciente estaba la abolición de la esclavitud por España: 1880

Candia escribe de tal forma que vives la historia que cuenta: te mete en ella. Te sientes parte , observador privilegiado de los temores y las expectativas de aquellos jóvenes que dejan la aldea, "Galicia está probe i a Habana me vou". Podrías ser una voz más en la narración. Vas por el camino hacia A Coruña, una ciudad bajo la peste y te llega el olor de la carne de los cadáveres que queman. Haces la travesía hasta La Habana y experimentas en tu estómago las tormentas que amenazaron con tragarse el barco y sientes la calma cuando a lo lejos se percibe tierra. Descubres los colores de las casas de La Habana, la luz y el calor. Y ves desde el tren árboles y plantas de los que ni imaginabas que existieran.

Necesitaba saber cómo acababa esta historia que deberíamos conocer todos los gallegos. Traficaron con estos jóvenes como esclavos. Los trataron peor que a bestias salvajes. El señor Manuel de Morriña pudo ser uno de ellos. Lo salvó el calendario, como al tío Ramón, que regresó sin nada. Hasta en el aeropuerto de La Habana de Fidel le decomisaron las gafas cuando decidió venir a morir a Galicia. No quedaba aquí vivo ninguno de los familiares que dejó cuando a principio de siglo XX se fue con 17 años. El señor Manuel escapó de la Cuba de Fidel a EE UU. No tuvo suerte ninguna en la vida: lo que ganó se quedó en Cuba y aquí lo acompañó la soledad. En los días de verano, a la hora de la siesta, el señor Manuel se acercaba a la casa de mi abuelo, nos pedía los espejuelos y el diario. Me sentaba a su lado en el escalón de la puerta y el señor Manuel leía y me comentaba la información internacional. Así supe del mundo exterior y de la belleza del periodismo. El señor Manuel esperaba la noticia, que nunca pudo leer, de la caída de Fidel.

Azucre me lo descubrió Alfredo Conde. Entramos en una buena librería frente al café en el que hablábamos de mañana en Bertamiráns, compró un ejemplar y me lo regaló. Azucre es un embalaje del mejor azúcar para una triste y dramática historia, que los gallegos tenemos que conocer

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