Opinión

Aniversarios envenenados

"Cuando termina el siglo XX, los viejos problemas de España parecían definitivamente resueltos", sostiene el historiador Juan Pablo Fusi en Pensar España (Arzalia, 2021). Cuando ya avanzamos por el siglo XXI viejas asignaturas vuelven a hacerse presentes como todavía pendientes. Hay hechos o circunstancias que las traen de nuevo —los comportamientos económicos del Rey emérito— y hay quienes las aceleran y mantienen vivas en debates que parecían cerrados al dar prioridad a la ideología. Hay malos olores que se filtran por sí mismos desde el arcón y hay otros que regresan y amenazan con impregnarlo todo porque alguien decide abrir el baúl que guardaba las calamidades.

El mismo título del libro del prestigioso historiador es un regreso a las preguntas que se formularon Ortega, Azaña, Laín o Marías. El libro es de lectura aconsejable para comprender.

Actualmente aparecen cuestionadas las respuestas de la Constitución del consenso con la monarquía parlamentaria y la organización territorial autonómica. Esta Constitución del consenso trajo el más largo período de estabilidad en libertad, de modernización. Reaparece en la práctica política la división de las dos Españas. Una de las dos, según el poeta, helaría —helará— el corazón del españolito que viene al mundo. La estrategia de bloques, la que busca mostrar y conducir al contrario a los extremos, se mueve en esas coordenadas. Explicar la alarma ante este escenario de bloques por un temor sólo de quienes vivieron la guerra civil y de quienes recibieron el testimonio directo de los que la sufrieron puede ser una huida cómoda. La reconciliación que se trabajó y escenificó en la Transición no fue un cierre en falso, salvo para quien pretenda reabrir aquellas heridas. Y, desde luego, no fue un error de quienes no se atrincheraron en la ruptura ni de quienes descolgaron el yugo y las flechas del búnker franquista. La España que siguió a la Transición daba por superados esos conflictos históricos. Quienes trabajaron para asentar bases de convivencia en libertad, desmontando el franquismo desde dentro (la UCD de Adolfo Suárez) o desde la oposición democrática (PCE de Carrillo, PSOE de González, catalanismo de Pujol), pretendían dar por superada esa división —el revanchismo— que retrasó la modernización de España.

El ventilador se activó estos días con el despliegue en los medios del primer aniversario del autoexilio de Juan Carlos I en Abu Dabi. Sin necesidad de ver una campaña orquestada pro república, como apuntaba Luis María Anson —claro y coherente en este periodista, tanto por su condición de monárquico convencido como por recurrir a una explicación de conspiración— no puede ser una casualidad, por ejemplo, que se conozca justamente ahora la petición de alejamiento que meses atrás planteó en Londres Corinna Larsen contra Juan Carlos I. Es salsa que atrae la atención —sexo y cintas de vídeo— en medio de las irregularidades fiscales y las presuntas prácticas de comisiones.

¿Van a darse alguna vez las circunstancias que faciliten el normal regreso del Rey emérito a España? ¿Cuáles serían esas circunstancias? Después de lo visto estos días, la respuesta es un interrogante. Están abiertas tres investigaciones. No parece que se puedan resolver sin crear un problema mayor.