Opinión

El tuit de Iglesias y la justicia

El pasado 22 de abril y en relación con la condena en sentencia de la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Madrid de su camarada, la diputada autonómica y por ello aforada Isa Serra, Pablo Iglesias, publicó un tuit en los siguientes términos: "Las sentencias se acatan (y en este caso se recurren) pero me invade una enorme sensación de injusticia. En España mucha gente siente que corruptos muy poderosos quedan impunes gracias a sus privilegios y contactos, mientras se condena a quien protestó por un desahucio vergonzoso". ¿Puede esta manifestación pública, que entraña un juicio e imputa una genérica falta de imparcialidad en el ejercicio en España de la potestad jurisdiccional, no una crítica a la sentencia que dice acatar, ampararse en la libertad de expresión? Pues creo que no.

Con otra ponderación que la del pronunciamiento que la comisión permanente del Consejo General del Poder Judicial hizo en el sentido de que «las afirmaciones —de Pablo Iglesias— merecen un absoluto y rotundo rechazo, pues más allá del legítimo derecho a la crítica generan una sospecha inaceptable respecto del proceder de juzgados y tribunales», entiendo y reitero que el señor Iglesias en su mensaje escrito, y por tanto meditado e intencionado, no criticaba la sentencia, dirigía un misil al Poder Judicial.

En su mensaje difundido en una red social para que tuviera eco, primero decía que la sentencia había que acatarla y recurrirla. Después comunicaba que estaba invadido por una enorme sensación de injusticia. Ciertamente las sensaciones de injusticia, grandes o pequeñas e invasivas o no, son de quien las tiene, y nadie puede reprocharle que experimente eso o que lo comunique. Hasta ahí el mensaje se mueve en los límites de la libertad de expresión. Pero lo que sigue después es un juicio de valor sobre el ejercicio de la potestad jurisdiccional en España al decir que «mucha gente siente que corruptos muy poderosos quedan impunes gracias a sus privilegios y contactos, mientras se condena a quien protestó por un desahucio vergonzoso». No se debe plantear una logomaquia que por tanto atienda a las palabras y no al fondo del asunto. La proclamación de lo que supuestamente mucha gente siente sirve de poco. El que escribe lo consignado lo piensa, lo manifiesta y lo difunde. Y quien lo hace es un vicepresidente del Gobierno. Lo escrito en el mensaje entraña para la judicatura la más negativa apreciación, pues expresa que en España no se ejerce la función jurisdiccional, encomendada en exclusiva a jueces y magistrados, con imparcialidad, afectando «omina, audaces», a todo el personal jurisdiscente al que descalifica cuando contrapone la impunidad de los corruptos poderosos al rigor condenatorio de los que protestan por desahucios vergonzosos. 

Los límites de la libertad de expresión se han ensanchado en los últimos lustros, fruto sin duda del genio expansivo del Estado de derecho acerca del que nos enseñó el maestro García de Enterría, pero los tiene.

La sentencia 112/2016 del Tribunal Constitucional sintetiza la doctrina del Tribunal Europeo de Derechos Humanos acerca de la libertad de expresión y dice que el Tribunal de Estrasburgo parte de la constatación de que este derecho no es ilimitado en primer lugar en aplicación del art. 10 del Convenio, conforme al cual su ejercicio podrá ser sometido a ciertas formalidades, condiciones, restricciones o sanciones previstas en la Ley, que constituyan medidas necesarias en una sociedad democrática, entre otros fines para "garantizar la autoridad y la imparcialidad del poder judicial".

Además, no parece que el mensaje haya sido importante desde el punto de vista de la formación de la opinión pública libre y del intercambio de ideas en consonancia con el pluralismo propio de una sociedad democrática.

Se ha afirmado con acierto que la libertad de expresión no puede dar cobijo al insulto. Y es un agravio sostener que se administra justicia con parcialidad. 

Por fin, no es crítica la apreciación que se hace en el tui; y hay jueces de Podemos como la señora Rosell y otros. 

Por lo que apunto, estimo que el tuit desborda los límites de la libertad de expresión 

Viene a cuento aquello de Benjamin Franklin: "Los hombres son criaturas muy raras: la mitad censura lo que practica; la otra mitad practica lo que censura; el resto siempre dice y hace lo que debe".

Comentarios