Opinión

Los partidos y las banderías

LOS PARTIDOS políticos no desenvuelven hoy correctamente entre nosotros sus fines de ser expresión del el pluralismo político, concurrir a la formación y manifestación de la voluntad popular y ser instrumento fundamental para la participación política que señala el art.6 de la Constitución, de forma que suponga que los ciudadanos que se agrupan en ellos, como es lógico, y merced al pluralismo que propicia nuestro estado de derecho, argumenten con arreglo a las posiciones ideológicas que siguen las formaciones de las que forman parte, no. Crecientemente, es patente que estamos evolucionando hacia posturas maximalistas y excluyentes que van determinando un espíritu combativo que persigue excluir al que simpatiza o cree en otras ideologías y se alinea en otros grupos políticos.

Combativos, militantes de un bando o facción, eso parecen muchos afiliados a distintos partidos políticos, pues va siendo patente, vistas muchas conductas que se adoptan y manifestaciones que se hacen, que el hecho de compartir las mismas ideas o intereses reclama su defensa beligerante, tal como se hace ya en muchas ocasiones, de tal forma que se imposibilita el dialogo.

No son ajenos muchos dirigentes a esa manera de ser y estar en la vida pública, y lo cierto es que, así, esta se envilece y enrarece y se alientan actitudes y comportamientos que dividen a la sociedad y abren peligrosos surcos que separan irremisiblemente a los ciudadanos.

Todo obedece a que entre nosotros se van imponiendo tendencias en la inteligencia de lo que es la militancia partidaria, que conducen a generar seguidores de discursos únicos basados en supuestas verdades indiscutibles. La historia conoce esa realidad que parece ser una tentación irresistible para algunos cuando están en el ejercicio del poder, aunque este se haya alcanzado democráticamente y por tanto sea temporal, aunque temporal sea de una u otra manera en todas las circunstancias, pues como dijo muy bien Manuel Fraga ni las victorias ni las derrotas son definitivas y para siempre. La pretensión de arrinconar a los discrepantes, a los que nos molestan o incomodan, es evidente que hay quienes no saben vencerla.

No se puede hablar hoy libremente de esto o aquello, hay que condenar los acontecimientos que figuran en no se sabe que catalogo redactado por no se sabe quién, y si resulta que no se puede dejar de hacer alguna consideración sobre tal o cual acontecimiento, solo es pertinente enjuiciarlo de determinada manera. No es ya que se haya dictado una disposición proscribiendo cualquier cita o referencia pública no denigratoria de personas o acontecimientos de nuestra historia, que lo son queramos o no, es que ya ni se sabe bien a quien alcanza la damnatio memoriae declarada respecto del general Franco y su régimen. Que es así lo ha puesto de manifiesto por ejemplo la hilarante sucesión de decisiones que han tenido lugar en el ministerio de Justicia respecto de los cuadros de los ex ministros de la transición Landelino Lavilla y Joaquín Garrigues, que han paseado, o han estado en trance de hacerlo, desde la galería de exministros al trastero, por ser considerados franquistas o contaminados por el franquismo.

Por cierto, una anécdota al respecto que parece oportuna. En el curso de la asistencia de Franco a una sesión de las Cortes el presidente Esteban Bilbao al pasar por la galería de ex presidentes, le comentó que estaban considerando retirar de ella a los presidentes de la etapa de la república. El general preguntó entonces: ¿Es que no fueron presidentes? La respuesta fue obviamente afirmativa, y entonces el ‘consultado’ afirmó: pues entonces están bien ahí. Traigo aquí la anécdota porque lo que fue no se va a poder cambiar, aunque no nos guste ahora, Ayer y mañana no son hoy. Así es la vida.

De modo que andar vaciando galerías de los retratos de quienes fueron, y despojando de honores —por cierto siempre he pensado que eso requiere en los casos de las administraciones publicas la declaración de lesividad e impugnación ante los tribunales, porque los actos declaratorios de derechos no admiten legalmente la revisión de oficio— creyendo que es un acto de afirmación democrática, cuando solo es una estéril pelea con la historia, no dejan de ser actos de militancia combativa para consumo de la facción fiel, por grande que esta sea y es muy mala pedagogía.

Por eso es menester corregir el rumbo y preservar lo que es esencial para todos, la convivencia, y para eso, dejar de cultivar la bandería.

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