Opinión

La lealtad exigible a los ministros

Los miembros del Gobierno, para acceder a su alta magistratura, deben prestar ante el jefe del Estado, esto es, ante el Rey, en presencia del ministro de Justicia en funciones de notario mayor del reino, juramento o promesa por su conciencia y honor, de cumplir fielmente las obligaciones del cargo con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, además de mantener secreto de las obligaciones del Consejo de Ministros. 

Esa lealtad al Rey la expresan en relación no a la persona del monarca, sino al jefe del Estado, en tanto es símbolo de la unidad y permanencia del Estado, en definitiva, a la comunidad política, a la ciudadanía a la que los ministros se comprometen a servir fielmente. Y sea cual sea la medida mínima de esa lealtad, no cabe, sin quebrantarla, despacharse con ligereza inaceptable como ha hecho el vicepresidente y ministro Pablo Iglesias, reconociendo en contradicción con lo dicho por otros miembros del Ejecutivo del que forma parte y haciéndole la ola canciller ruso, que "no hay una situación de plena normalidad política y democrática en España cuando los líderes de los dos partidos que gobiernan Cataluña uno está en prisión y el otro en Bruselas". El jueves insistía en ello en Barcelona, reafirmando que "no hay una situación de plena normalidad política y democrática". También ha manifestado en una entrevista publicada el viernes de la que se hace eco en su cuenta de Twitter, que "la lealtad en un Gobierno de coalición es lealtad al acuerdo programático que lo hizo posible". Interesante afirmación, porque revela que sabe que existe la lealtad en el espacio público, y que la lealtad no es, o no es solo, una mera liturgia estatal. Lo demás, la lealtad institucional que es la que todos los miembros del Gobierno deben observar, esa a él le trae sin cuidado. Para rematar, el mismo viernes ha insistido, asegurando que él dice la verdad. No hay espacio para ocuparse debidamente de eso. Dejémoslo en el conocido "la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero". 

En fin, el hecho indubitable que revela que hemos alcanzado la más plena democracia es que el señor Iglesias esté sentado en el Consejo de Ministros, y que pretenda con un pequeño grupo de una treintena de diputados decidir acerca de aquello que solo a la mayoría de los españoles compete. 

Es más. Lo que ha dicho, referido a su partido o a otro: sostener públicamente, siendo afiliado de una organización política, que en ella no hay plena normalidad política y democrática conduciría según los diversos estatutos a la expulsión del militante. Algo sé de eso, pues he sido durante lustros presidente de un órgano disciplinario de un partido. Para que quede claro reproduzco lo que establecen al respecto los de varias fuerzas políticas: PSOE, art. 89 f. Menoscabar la imagen de los cargos públicos o de las instituciones socialistas. PP, art. 13d) Por manifiesta deslealtad al partido, a sus órganos de gobierno y representación, entendida esta como toda acción u omisión voluntaria encaminada a perjudicar el interés general del partido. Podemos, art 65, 4,d) Actuar en el ejercicio de cargos públicos en forma contraria a los principios de Podemos. No hay que hacer mucho esfuerzo para concluir que los estatutos partidarios reclaman lealtad a la organización, y sancionan la deslealtad. Como las faltas que menciono son consideradas muy graves, la consecuencia prevista, al menos una de las previstas, es siempre la expulsión. 

De modo que proyectada la doctrina Iglesias sobre la realidad que describo, resultaría que se debe a los partidos una lealtad que no se requiere a los ministros respecto de la comunidad política de los españoles. Creo que no hay mucho más que decir. Acaso que quien así piensa debería abandonar el Gobierno por iniciativa propia, o ser cesado a propuesta, claro está, del presidente. Si se aceptan las tesis de Iglesias se llega a la conclusión ciertamente angustiosa acerca de casi todo, desde luego de lo que pueda ser la lealtad. Y es útil traer aquí como reflexión lo escrito por Heidegger, para que se entienda lo que quiero decir: «La angustia —ese radical temple de ánimo— es lo que hace patente la nada». La lealtad de un ministro a su país, a su gente, a su sociedad no es compatible con denigrarlo en ningún caso, ni cuestionar en el escenario público internacional la calidad democrática de su régimen político con ocasión de una disputa con un mandatario extranjero. Se puede querer tener libertad para proferir a gusto y sin tasa. Pero eso es incompatible con ser miembro del Gobierno de tu país. Aunque se sea de Podemos.

Comentarios