Opinión

La verdad judicial

LA SENTENCIA dictada en el recurso deducido por los concejales del Ayuntamiento de Santiago les libera de la condena y, por tanto, del reproche penal.

No hay que confundir reproche penal con otros posibles, pero en el caso en cuestión, entiendo que si no hubo responsabilidad penal, que fue articulada por cierto con hilos finos que no han soportado el control del siligismo judicial formulado, por quien en definitiva analiza si la sentencia era o no ajustada a derecho, difícilmente podrá determinarse otra, más allá del juicio personal que nos pueda merecer la diligencia que presidía las actuaciones de los ediles compostelanos concernidos.

Y digo eso, porque la verdad judicial es una verdad que tiene unos efectos, graves con frecuencia. Pero no es necesariamente la verdad exacta, la verdad con mayúsculas, no es una verdad intangible. Es también una convención, como lo es sin duda el derecho. De modo que hay hechos que son verdad aunque los jueces rechacen declararlo así, y los hay que no lo son, por mucho que una sentencia declare que lo fueron.

Me quedo con lo que con sabiduría se apunta en el poema machadiano: "¿Tu verdad? no, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela"

De no ser así, no existiría, ni siquiera conceptualmente, el error judicial. Y están previstos hasta los remedios del mismo. Los jueces son falibles. Si me lo permiten, en mi opinión, bastante falibles. Más de lo que ellos creen, y bastante más de lo que estiman no solo los justiciables. También los demás ciudadanos.

De modo que sacralizar la justicia es un error. Y por tanto darle a las sentencias el valor que no tienen sencillamente porque las pronuncian hombres es un grave error.

Por eso, ni estuvieron justificadas las alharacas de los adversarios con motivo de la sentencia de primer grado, en el caso que motiva esta reflexión, ni la de segunda instancia y definitiva va a integrarse en los evangelios, y por tanto no debe ser venerada como texto evangelico, porque no lo es.

La madurez demandaría que los que antes afirmaron ahora reconozcan que se equivocaron, sí, pero como eso no se va a producir, también reclama no llevar demasiado lejos lo que de la nueva sentencia se deduce. Que es lo que es. Celebro desde luego, que los -amigos algunos de ellos- exconcejales de Santiago hayan visto, entiendo que con justicia, alzar la condena pronunciada. Pero creo que será un error manejar la absolución, como otros lo hicieron con aquélla.

Yo, como siempre me importa la verdad, me quedo con lo que con tanta sabiduría se apunta en el poema machadiano: «¿Tu verdad? no, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela».


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