Opinión

La elección andaluza

No sé por qué ha sorprendido tanto el resultado de las elecciones al Parlamento de Andalucía del pasado domingo. En mi opinión era más que previsible. La tendencia en esta ocasión la adivinaron las encuestas, y además creo que se intuía con claridad en el ambiente.

En democracia las victorias no son para siempre, las derrotas tampoco. Y eso es algo que hay que tener siempre presente. Sin embargo, eso responde temporalmente a ciclos, que se acortan o alargan en función de cómo se valora la gestión de quien pretende la reelección, que en alguna medida, aunque no absolutamente, obedece a su bondad objetiva o a su torpeza.

Pues bien. La acción de gobierno del ejecutivo regional presidido por el señor Moreno Bonilla se percibía que se había apreciado prudente, poco sectaria —la izquierda que siempre aprecia sectarismo en los demás, lleva el sectarismo en su naturaleza— y además, había sosegado la tensión política en la comunidad, y no utilizo ese recurso, tensionar, para allegar votos en los comicios. Y eso dio muchos votos a la candidatura del PP.

La izquierda compareció dividida, y solo dispuesta a unirse en su aspiración de poder, pero dividida, fragmentada y exhibiendo luchas internas entre grupos y candidatos permanentemente. Todo eso en un ambiente en el ámbito nacional en el que el guirigay gubernamental de todos los días protagonizado por PSOE y Podemos solo hace que aumentar, en medio de tensiones, exigencias y amenazas de los heterogéneos socios independentistas y nacionalistas, contrarios a cualquier proyecto nacional de España, que a cambio de muchos réditos, contrarios a la lógica de un gobierno del Estado que merezca ese nombre, van facilitando la continuidad de la legislatura, porque no puede haber para ellos escenario mejor. 
Sin duda la percepción de todo eso influyó en que la candidatura socialista tuviera el peor resultado en elecciones autonómicas de Andalucía. Los cuidados sociales favorecen a los que los prodigan, pero no lo remedia todo ni es un comodín para la victoria electoral. Ni solo los aseguran estos o aquellos.

No sé por qué ha sorprendido tanto el resultado de las elecciones al Parlamento de Andalucía del pasado domingo. En mi opinión era más que previsible

Y Vox, que aspiraba a doblar su representación, manejó mal sus cartas: una candidata buena para una candidatura nacional que no supo serlo en unas elecciones autonómicas. Para conseguir el objetivo que se habían propuesto, en la circunscripción de Granada por ejemplo,por la que concurrió y es aún diputada a Cortes, precisaban obtener al menos tres escaños y solo tuvieron dos. 

Su intervención en los dos debates televisados creo que fue muy negativa para las expectativas de su formación. Su enfático anuncio de que no apoyarían un gobierno del que no formaran parte, fue un verdadero despropósito. Su exigencia de ser vicepresidenta y el tono empleado, una ridiculez molesta. En fin, su recurso constante a las emociones, por más que su partido sea una fuerza fundamentalmente emocional, desveló carencias de propuestas, solo mucha adversidad. 

Hay electores a los que gusta que alguien asegure que quien gobierna no se separe de algunos postulados, y está dispuesto a apoyarlo para eso, pero no para que dificulte la formación de un ejecutivo moderado. Está bien la emoción de la moderación, pero en esos términos. Creo que Vox ha perdido una oportunidad importante para tener de verdad relevancia en la política de nuestro país. No todo es tan fácil.

Si conjugamos todo lo que sintetizo, entiendo que podemos precisar las claves de lo que ocurrió en Andalucía el pasado domingo y bastantes de las que determinarán el resultado de las próximas generales.

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