Opinión

El poder y la razón

PROBABLEMENTE una de las tentaciones que tienen quienes ejercen poder y que difícilmente vencen es la de creer que tienen siempre la razón. Porque, no lo duden, lo creen.

En el nuevo episodio del sainete que vienen representando nuestros gobernantes en lo que concierne a la epidemia causada por el detestable covid-19, esta semana, todos, de un modo u otro, han hablado, decidido, argumentado y descalificado a quienes no aceptan la bondad de sus decisiones, porque creen llevar razón e intentan en consecuencia transmitírselo así a los administrados, que lógicamente tendrán que concluir que quienes les contradigan, tengan o no poder a su vez, no la llevan.

Es este un tema muy manoseado, pero con poco éxito, quiero decir que el manoseo no ha conseguido que los gobernantes reconozcan que algunas veces no llevan razón, vamos, que se equivocan de vez en cuando, y algunos más. Eso parece que no hay quien amañe la receta que conduzca a tal resultado.

Además si alguien tiene razón y lo dice cuando es patente el yerro gubernamental, ha de asumir posibles incomodidades e incluso riesgos; ya decía Voltaire que es peligroso tener la razón cuando el gobierno está equivocado y vive Dios que ello sucede con más frecuencia que la deseable.

Lo de estos días, a este respecto, colma la paciencia y demanda dar un grito para aligerar la presión que tanta tontería causa. Es insoportable una jornada tras otra escuchar a todos enunciar sus supuestos aciertos, sus inexistentes sagacidades y alabar sus torpes prevenciones, mientras los otros descalifican a estos que a su vez desautorizan a los primeros.

Cuánta estolidez, cuánto despropósito, cuánta tontería mientras las cifras en las que la realidad va cuantificando las consecuencias de lo que sucede nos inquietan y preocupan, y sobre todo en tanto uno va siendo consciente de que no está en buenas manos.

No es cuestión ideológica, sin duda que no, se trata de una pugna de protagonismos, pequeñas vanidades y sobre todo de poder, porque es evidente que todos estos angelitos —de ambos sexos no, que dicen los libros que los ángeles no tienen sexo, y así no hay que hacer referencia a todas y todos— se creen de verdad, y qué simples se revelan por ello, que el ejercicio del poder entraña el acierto, y no es así.

Es más, en momentos de crisis el desacierto, la torpeza, la falta de criterio, no tener autoridad, no saber ejercerla, la indecisión, la ignorancia, en fin, todo aquello que pone de manifiesto que alguien es un mal gobernante y que no está capacitado para el desempeño de un puesto de responsabilidad, se pone de manifiesto rápidamente y da origen a la desconfianza.

Escribí que el test de esfuerzo al que está siendo sometido nuestro Estado autonómico por los acontecimientos que estamos viviendo está mostrando como resultado la constatación de importantes fallos. Porque hay algo que todos, gobernantes estatales y autonómicos y representantes en las Cortes y en las asambleas legislativas de las comunidades autónomas deben tener presente y propenden a olvidar: que integramos una sociedad y que nuestros intereses son comunes, y que esto lo superaremos mejor y antes cuanto mayor sea la unidad que presida la adopción de las decisiones.

En todo caso nadie tiene el monopolio de la razón por mucho poder que tenga, no tiene más porque ostente más poder. Y es hora de que percibamos, al menos mientras dure la crisis, que nuestros dirigentes lo han interiorizado así de una vez, y también, de que nos liberen de sus infantiles y lamentables cuitas y disputas.

Hay muchas ocasiones para eso, pero esta no lo es. Los gobernantes y los representantes deben respeto a la ciudadanía y no pueden actuar ignorando la preeminencia absoluta que debe tener el interés general, sobre todo en una situación de emergencia. A ver si de una vez están a la altura.

Comentarios