Opinión

El general Franco

El general Franco fue una de las personas que ocupó durante un mayor periodo la Jefatura del Estado. Lo hizo por una etapa comparable a la del reinado de Felipe II de 1556 a 1598, a la de Felipe V que reinó de 1701 a 1746, salvo el perido de un año que duró el breve reinado de su hijo Luis I en el que abdicó, volviendo a su muerte a ocupar el trono, o a la de Juan Carlos I que ha ocupado el trono desde 1975 hasta 2014. Y lo hizo después de un pronunciamiento militar que derrocó tras cruento conflicto civil las instituciones de la II República, invocada por cierto en los primeros momentos de la insurrección.

Su régimen se articuló, muy sintéticamente, sobre un agregado de ideologías conservadoras, entre ellas las que inspiraron la Renovación Española, que bebían en el llamado nacionalcatolicismo, combinadas con el ideario corporativista y nacionalsindicalista de Falange y las JONS, todo, como en España suele suceder, siempre por nuestra predisposición atávica a mi parecer a los hiperliderazgos, unido inseparablemente a la figura de Franco. De ahí aquel lema de una patria, un estado, un caudillo, muy de las grandilocuencias exaltadoras del jefe político providencial propias de los años 30 del siglo XX. Por eso, creo que el franquismo no fue una dictadura propiamente, porque además de ir transformándose con los años, y contar con una más que razonable aceptación popular, mayor claro en sus comienzos que al final, tuvo un sustrato idelógico y político que demanda que se le califique como un régimen autoritario, porque no encaja bien con el concepto de lo que es una dictadura. Hay que decir que, desde luego, su perfil supera ampliamente el de los espadones del siglo XIX, Espartero, Narváez, O'Donnell o Serrano.

Dicho lo anterior, los que hemos superado los sesenta años y éramos adultos en los tiempos en que él ocupaba la Jefatura del Estado, hemos vivido su glorificación injustificada y ahora su demonización también desproporcionada.

En medio de eso se produjo la transición, que fue impulsada por el anterior monarca que había sido designado por él y sus Cortes orgánicas sucesor a título de Rey, para dejarlo, según sus palabras, todo "atado y bien atado". ¡Meses duró el atadijo! En todo caso el sucesor, su sucesor, tuvo la clave del nudo del atadijo en sus manos, y por eso el sistema políticio actual, se quiera o no, es la continuidad evolutiva de su régimen, sencillamente porque no hubo ruptura y porque el hijo de su sucesor ocupa hoy el trono.

Recuerdo que una tarde en la que el diputado de CiU Luis Recoder, que ha sido después muchas cosas, alcalde de San Cugat y consejero de la Generalidad, y que antes había dirigido las juventudes de su partido, aprovechó que ocupaba la tribuna del pleno para rendir un homenaje a Companys, al que llamó héroe, pues aquel día se cumplían años de su ejecución. Tenía a mi lado al parlamentario de su grupo Guardans, nieto de Cambó, y le dije que la actitud con la que la Cámara había reaccionado al entusiasmo de su compañero de grupo era una medida de la tolerancia, buena medida y conveniente, señalándole, no obstante, que la transición no terminaría en verdad hasta que alguién pudiera alabar a Franco desde la tribuna si lo creía merecedor de ello, sin que se produjera un alboroto y sin que resultara tal orador descalificado para siempre. Companys, responsable en buena parte del fracaso de la República, condenado por sus tribunales y beneficiado por una medida de gracia, es hoy exaltado y calles y plazas llevan su nombre, y se le brinda homenaje con la misma pasión de los convocantes —creo que la ciudadanía no les sigue significativamente ni en uno ni en el otro caso— con el que pretenden condenar al oprobio al general Franco y a quienes le acompañaron destacadamente en el poder, e incluso, cuando les parece, a quienes sencillamente pasaron por allí.

Un día en el que tomaba posesión la actual ministra de Defensa Margarita Robles de la presidencia de la Audiencia de Barcelona, era la primera mujer que accedía a tal responsabilidad, asistí al acto como vocal que era entonces del Consejo General del Poder Judicial; después hubo un almuerzo ofrecido por Jordi Pujol, presidente a la sazón de la Generalidad en la Casa dels Canonjes, su residencia oficial. En el curso de ese almuerzo el señor Pujol afirmó que las cosas iban bien, salvo en la economía, subrayando que esta estaba sensiblemente peor, sentía tener que reconocerlo, que en tiempos de Franco. En concreto precisó que España al final del mandato franquista cumplía con lo que fueron luego criterios para la entrada en el euro respecto de deuda, déficit e inflación, de lo que en aquel momento, 1991 si mal no recuerdo, estábamos bien lejos.

Relato esto por aportar el juicio expresado por alguien que había sido él personalmente condenado en tiempos del mandato de Franco.

A todo lo dicho hay que añadir que a mi juicio a Franco lo debieron exhumar de la basílica de Cuelgamuros las generaciones cuyos miembros fueron adultos en su mandato, que no lo hicieron, por lo que ahora el extemporáneo traslado de sus restos mortales, me niego a denominarlos momia, radiotrasmitido no se sabe por qué por la televisión pública durante horas, por más que se afirme lo contrario, revela la persecución de alguna utilidad, además de la satisfacción de quienes pudieran desearlo. Todo a su tiempo tiene razón de ser. A destiempo termina siendo difícil de explicar.

Y como recordaba ayer con acierto mi buen amigo José Luis Barreiro Rivas, recordemos el evangelio y atendamos la exhortación de Jesús que recoge Mateo 8:22: "Deja que los muertos entierren a los muertos". Y trabajemos por la paz y por la reconcialiación al parecer, para algunos, aún pendiente.

Comentarios