Opinión

El arte de escuchar

Gracias a su discípulo Flavio Arriano, un historiador romano que trabajó junto al Emperador Adriano y tuvo relevancia en la vida de Roma en el siglo II, nos ha llegado parte de la obra del filosofo Epicteto de Frigia, a quien se atribuye el  sabio proverbio que dice que  "así como hay un arte de bien hablar, existe un arte de bien escuchar".

Hay  en la vida dos tipos de sujetos  —y de sujetas claro— , que en el límite se pueden clasificar en dos grupos: los muy silenciosos, los callados, a los que hay que someter a mucho estímulo para que digan algo, y los que no callan, que hacen innecesaria la radio, y nos hacen desear en muchas ocasiones su marcha. En medio, claro un  amplio espectro de una y otra categoría.

Parece que abundan más los habladores que los silentes, pero no cabe duda, yo al menos no la tengo, de que el que escucha sin disputar el uso de la palaba constituye una muy buena compañía, y el que no deja hablar, pues cansa un poco.

Es un tema apasionante sobre el que se ha escrito mucho, desde boutades como la de Diógenes el Cínico a quien debemos el dicho de que "tenemos dos orejas y una sola lengua para que oigamos más y hablemos menos", hasta conclusiones reflexivas como la de Jimi Hendrix que sentenció al respecto que "el conocimiento habla pero la sabiduría escucha".

Incluso se han formulado pretendidos asertos, como el que afirma que "el que no calla no escucha y el que no escucha no aprende".

Claro que esto siendo así, llevado al extremo, podría conducir a que siendo lo más sabio escuchar, la mayoría se dispusiera a hacerlo y se hiciera por doquier el silencio.

Tranquilos no obstante, que no hay peligro de ello, ninguno. Y menos en este tiempo que vivimos. Las nuevas tecnologías de la comunicación estimulan  un hablar o expresarse  de otro modo, pero expresarse al fin.  Y ha tenido consecuencias, se está generando un ruido universal, todo el mundo quiere decir lo que piensa sobre todo y sobre todos, y por eso hierven todos los días twiter o facebook y todas las redes sociales. Parece como si hoy los hombres y mujeres precisaran  que los demás  conozcan su parecer, sin ponderar si interesa a muchos o a pocos lo que piensan. Eso hace que vivamos en medio de un fragor en el que quedará silenciada mucha sabiduría y no podrán difundirse con éxito muchas buenas ideas y apreciaciones.

Pero esa es la realidad de hoy, proliferan los debates, por llamarles de alguna manera, las tertulias y los programas en los que participan muchas personas, y el resultado suele ser el ruido, porque no se escuchan, se interrumpen constantemente, gritan,  no dejan expresarse a los demás,  y todo va siendo un gran barullo, un colosal enredo que va contagiando a todos los foros.

No hay quien hoy pueda escuchar una representación de ópera o de zarzuela. Los inasequiblemente expresivos están prestos a manifestar su complacencia aplaudiendo sin descanso cada aria, todos los coros, la obertura. Es terrible, a veces parece que  los espectadores   del genero entusiasta- aplaudidor acuden a la función para aplaudir.

Y ante eso se constata la sabiduría de  lo que decía el filósofo, y valoramos lo que vale que alguien escuche, que nos escuche,  entendemos que escuchar es una actitud sabia y concluimos que efectivamente hay un arte de escuchar. 

Porque, sin duda hay un momento para hablar porque hay un arte de bien escuchar.

Comentarios