Opinión

Desconcierto

MIENTRAS EL número de contagios escala de nuevo en todas partes cifras inquietantes, y en tanto se anuncian medidas aquí y allá que intentan detener una diseminación del virus con el que llevamos lidiando más de medio año, la sensación que trasmiten las autoridades y sus decisiones solo puede ser calificada de desconcierto en la acepción de "estado de ánimo de desorientación y perplejidad", aunque también con otras del mismo término como "desorden, desavenencia o descomposición", "falta de modo y medida en las acciones o palabras" o "falta de gobierno y economía" al punto que la palabra parece que se formuló para describir lo que estamos viviendo.

Así, no deja de ser curiosa la insistencia machacona de recomendar que en nuestra conducta social nos atengamos a las denominadas pautas de seguridad, ya saben, mascarilla, distancia e higiene de las manos. Pero es patente que no se trata de medidas de seguridad, pues no la proporcionan. Solo son medidas de prevención, por lo que la exasperante cita de la seguridad que, según se proclama, proporcionan la distancia, junto a la mascarilla y el lavado de manos, no deja de generar la confianza de que nos aseguran inmunidad a los contagios, lo que es evidente que no es cierto, pero ha llevado a la gente, animada por lo que se afirma, a creer que es así y a comportarse en muchos momentos desinhibidamente.

Además pasando los días nos abruman con estadísticas y datos contradictorios que ofrecen la fotografía de lo que se revela como un verdadero desorden.

Y esta semana primera de septiembre la cosa ha llegado a una cota difícilmente superable con los folletines diversos, mejores y peores, según la comunidad autónoma en la que reparemos, acerca del inicio del curso escolar, en los que se alude a la contratación de miles de profesores y otras abundancias que resultarán tan fantásticas como los rastreadores y los refuerzos de la atención primaria de los que se habló.

Al socaire de esto, todo son citas previas y demoras, y lo que es peor, hasta la atención telefónica de innumerables servicios públicos y privados se encuentra afectada con la justificación de la emergencia sanitaria, sin que se sepa cuando se restablecerá.

Todo eso va cursando con un gobierno nacional que se dedica a obsequiarnos con diversos seriales: versión Sánchez, versión Iglesias, y otros complementarios, acerca de la solidaridad, y los cuidados, como denominan a su entusiasmo radiotelevisado, que nos van a librar de los sobresaltos y quebrantos que la mayoría vamos sufriendo. Que todos "y todas" sufrimos alguna vez.

No sé si conseguirán aprobar un presupuesto, puede que sí, accediendo finalmente a alguna tarascada en la mesa que ocupó la entrevista del jueves entre el presidente y el dinámico diputado Rufián, que, junto a los activistas de la moción de censura, condena la legislatura a no tener futuro si se pacta con cualquiera que no sean ellos. Pero el espectáculo es una escenificación del desconcierto.

El presupuesto contempla la financiación de lo que se va a hacer, y de eso solo se sabe lo que pretenden pagar con fondos europeos. No terminan de concretar y definir las políticas con las que van a tratar de aliviar nuestra maltrecha economía para iniciar y estimular su recuperación, ni se conoce detalle alguno, seriamente concebido y definido, de lo que van a hacer para que no se desplomen sectores estratégicos, fundamentalmente el turismo, actividad esencial guste o no, que sigue padeciendo un impacto tremendo. Transmiten un electroencefalograma plano.

Se ha puesto de manifiesto que el Estado compuesto que hemos organizado gestiona mal fenómenos como el que nos agobia. Ensimismados en la micropolítica la mayoría de los dirigentes autonómicos han respondido mal a una emergencia que precisaba su concurso activo y decidido. La coordinación tampoco ha sido buena. ¿Cómo no va a haber desconcierto?

La desventura tendrá remedio al parecer en la mesa de negociación con los independentistas que reclama vocinglero —como siempre— Rufián para participar en la gestación del presupuesto. ¡Madre mía!

Comentarios