Opinión

Confrontación

Estas elecciones van poniendo de manifiesto que hay y habrá un auténtico enfrentamiento dialéctico, que es una de las entradas de la expresión en el diccionario del español en línea. 

Recientemente leí una entrevista al responsable económico de Podemos. Naturalmente entre sus recetas estaba una nueva prestación económica, concretamente de 600 euros para quienes se encuentren en exclusión social. No merecen la pena los detalles, porque lo que me llamó la atención es su respuesta a cómo se financiaba. Lo hacía, apuntando entre otras medidas, a la posible instauración de un impuesto sobre las grandes fortunas que, así lo venía a reconocer luego, no sería sino una reforma del impuesto sobre el patrimonio, según él ineficaz. Ese reformulado impuesto gravaría los patrimonios superiores a un millón de euros, estando exenta la vivienda habitual hasta 400.000 euros. 

Una broma pesada. Si todos los que en España tienen bienes valorados en un millón de euros son encuadrables en lo que quieren entender estas gentes como grandes fortunas, estamos apañados con la idea y el cálculo. Y no les cuento el límite de la valoración de la vivienda: '400.000' euros. Está claro que para demasiados el valor de los euros no es el mismo si se trata de fijar límites para pagar impuestos o de dotar partidas presupuestarias para gastar. Con semejante nuevo impuesto sobre el patrimonio, el dirigente de Podemos —‘listo oficial’ en economía— calculaba recaudar 10.000 millones de euros, el 25% de lo requerido para su pago social, que estimaba en 40.000 euros. 

No merece la pena seguir relatando de donde entendía que se podrían sacar los 30.000 millones de euros restantes. Esta gente debería primero intentar precisar qué es un rico, y luego salir a buscar ricos; sí, con carteles de «Se buscan ricos » de esos que se imaginan. 

Seamos serios. Una gran mayoría de ciudadanos, entre ellos bastantes de los que buscan ricos, circula con automóviles de 40.000 euros. Su ajuar doméstico, automóvil aparte, asciende a más de 100.000 euros. Y eso sin ser dueños de la vivienda en la que habitan. Son muchos cientos de miles los que la tienen. Una segunda residencia, resultaría, en la tesis de estos sujetos, que casi la mitad de los contribuyentes son encuadrables entre los titulares de grandes fortunas. 

Seamos serios. Que busquen y que encuentren a esos ricos y que recauden entre quienes de verdad pueden, sin ser confiscados, aportar más. Ya les digo yo que de 3.000 millones de euros no sube la cosa en ningún caso. Y claro, la fábula resulta un cuento chino. Con visiones así, y abundan, mal puede entenderse la justicia fiscal. 

Las alegrías del doctor Sánchez, de las que los viernes legislativos de decretos leyes dadivosos han sido muestra inconfundible de su vocación dadivosa, sin disponer de los recursos precisos para ello, ponen en riesgo a la clase media de tener que soportar este festival. Eso sí, sin ser ricos, pero para estos gestores de la felicidad, como si lo fueran. Bueno, será como casi siempre, o un poco peor.

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